Se acabó el festivo verano. Volvemos a la triste irrealidad y a la cotidiana realidad. Hay quien piensa que el año empieza a primero de enero. Para mí el año comienza al terminar el verano.

Los labradores antiguos pagaban sus rentas al amo para Septiembre y todos antes de inventarse la Seguridad Social pagábamos las igualas a los médicos para San Miguel. Al terminar el calor empieza el curso escolar y hasta la liga de fútbol. Los días son más cortos aunque curiosamente desde el punto de vista económico se aprovechan más. Las noches son más largas pero no se duerme más porque el verano nos obsequia con una institución casi sagrada que es la siesta. El verano es sinónimo de libertad y a su final hay que volver a la senda de la normalidad.


Antes de morir deberías estar unos veranos en Caspe… para irte acostumbrando. He dicho esta frase a varias personas y todas la han interpretado por el lado malo, como si del infierno se tratara. Seguramente estaban pensando en el asombroso calor del verano, en la cantidad de inmigrantes que conviven en sus calles, en la ineficacia de instituciones como La Comarqueta, en la falta de trenes y de estación de autobuses, en los museos cerrados, en la invasión de droga en el pueblo y de conejos en el monte, en los sucesos desgraciados que acongojan, etc. etc. El humorista estadounidense Mark Twain (seudónimo de Samuel Langhorne) utilizaba esta frase para desprestigiar una ciudad, creo que era Manchester, pero yo lo hago justo, admitiendo cualquier crítica o reserva, por el sentido contrario, refiriendo a que Caspe en verano es lo más próximo al cielo. Se puede ir en pantalón corto, reunirse simplemente a hablar con los del lugar o los visitantes, hay facilidad de aparcamiento, los bares sirven bien, frío y barato, los restaurantes, en general, ofrecen calidad mediterránea, hay varias piscinas, el Centro de Salud atiende con eficacia y profesionalidad, disponemos de varios supermercados, varias asociaciones culturales no paran de ofrecer actividades, quedan artesanos, los tomates del terreno son un manjar, no hay que hacer colas en ningún sitio y todos los sitios tienen aire acondicionado, y sobre todo la gente es muy amable y acogedora. Y Alcañiz a un paso. Vengan a Caspe, ya tendrán tiempo de morirse cuando se acostumbren.

Miguel Caballú