El pasado 10 de noviembre, todos los españoles fuimos llamados a las urnas como consecuencia de la incapacidad del presidente socialista, Pedro Sánchez, para formar gobierno y alcanzar una mayoría parlamentaria que le permitiera superar una sesión de investidura. Lo hizo bajo su frívola idea de que con la repetición electoral iba a conseguir un respaldo mayor, lo que le permitiría formar un ejecutivo a su antojo.

Pero sus deseos se fueron al traste. La realidad ha sido muy distinta para él de lo que hubiera deseado y buscaba. Ha pedido tres escaños en el Congreso de los Diputados, el número de senadores se ha reducido en treinta y un parlamentarios, y se han dejado por el camino 727.772 personas. Todas ellas dejaron de confiar en el PSOE.

Los caprichos de Sánchez han supuesto a las arcas de nuestro país un total de 136 millones de euros en la repetición electoral. Pero no es lo único. El bloqueo político, institucional, social, económico y empresarial de España es evidente y sus consecuencias se están dejando ver nítidamente: aumenta el paro, hay menos autónomos y las inversiones en nuestro país se han frenado.

Después de este esperpento inducido por el señor Sánchez, ¿ahora qué? Ahora tenemos un PSOE más débil, echado en los brazos de Podemos y arrodillado ante partidos nacionalistas e independentistas como ERC, Juntos Por Cataluña y Bildu. Unas formaciones que ayudan a cumplir el único objetivo de Sánchez, mantenerse en La Moncloa, porque así pueden alcanzar sus propósitos: dividir y romper España.

Los mismos que quieren poner en marcha medidas radicales y populistas se van a sentar en el Consejo de Ministros. Aquellos que tienen a sus líderes presos o fugados por perpetrar un golpe de Estado en Cataluña son hoy fundamentales para Sánchez. Y esa formación heredera del terrorismo vasco se sienta en la misma mesa que los socialistas para negociar los Presupuestos en Navarra y vete a saber si algo más.

Alberto Herrero PP Calanda