Construir la red de alta velocidad ferroviaria de España ha supuesto una inversión de unos 50.000 millones de euros para 3.402 kilómetros. Somos el segundo país del mundo con más kilómetros de alta velocidad tras China. Esa financiación, en muchos casos un despilfarro totalmente innecesario, se ha producido de forma paralela al olvido y deterioro del ferrocarril convencional. El elevado coste nos ha llevado a años de precios inasumibles para el día a día de la mayoría de los ciudadanos, que ahora al fin cambiará con la liberalización ferroviaria. Sin embargo, la ordenación del ferrocarril en el territorio como servicio esencial para la lucha contra la despoblación no se está abordando con seriedad. Así, mientras se sigue alimentando la movilidad hacia las grandes ciudades de nuestro país, se ahondaba en en la muerte de cercanías y trenes de media distancia. Desde hace casi una década la desvertebración de la España interior se ha visto dañada por esta forma de planificar las infraestructuras. Lo sabe bien el Bajo Aragón con el golpe que supuso la pérdida del tren Val de Zafán tanto para la logística como para la movilidad; y ahora lo volvemos a vivir con la pérdida de varias frecuencias que son claves para nuestra población. DGA va a dejar de financiar los cuatro millones de euros que suponen al año cinco de las líneas deficitarias, y lo va a hacer ya. Se ha intentado negociar sin éxito desde que gobernaba Rajoy, pero ningún ejecutivo autonómico ha sabido hacer valer su capacidad de presión para lograr esos cuatro millones de euros al año. Cuatro millones son cosquillas para Adif o para los miles de fondos que se anuncian en el combate contra la despoblación. Pero, sobre todo, deberían ser irrelevantes si se tiene en cuenta que esas frecuencias bien gestionadas (y no abandonadas como hasta ahora) pueden suponer una gran ventaja competitiva para nuestros pueblos.

Durante la pandemia, las grandes ciudades han sufrido la mayor pérdida de residentes hacia municipios rurales desde 2011. Publicaba un análisis en profundidad esta semana eldiario.es que muestra una tendencia que muchos ya detectamos en nuestro territorio, donde el 40% de los municipios ha crecido. Ese cambio es la mejor constatación de un difícil éxito en la lucha contra la despoblación: romper estigmas y lograr que las personas quieran quedarse en sus pueblos. Ahora toca aportar las herramientas necesarias para hacer su vida sostenible, y el tren de media distancia es clave ahí.

Es cierto que, como dice el consejero de Vertebración, José Luis Soro, Aragón no puede ser el «pagafantas» siempre. Sin embargo, tampoco pueden serlo los habitantes del medio rural, a los que se les van a poner autobuses de consolación que tardan dos horas en viajes que podrían realizarse en media. El presupuesto autonómico de este año está aprobado y debería haber margen hasta diciembre para negociar. Lo piden los alcaldes, a los que por cierto el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, no quiere recibir en una clara declaración de intenciones que se debe rectificar. Los alcaldes son los que más y mejor saben acerca de cómo abordar el reto demográfico. No se les puede dar la espalda. Por eso saldrán de nuevo a la calle en cincuenta estaciones de tren de nuestra comunidad este domingo. Muchos se sientan en el vagón de cola, pero no están dispuestos a saltar del tren del progreso en marcha.

Eva Defior. Sexto Sentido