Sara Tomeo no imaginó nunca estar detrás del mostrador de Ultramarinos Oliete. La vecina de Alloza trabajaba en un bar cuando saltó en el pueblo la noticia de que Carmen, la antigua regente del comercio, iba a jubilarse. No había relevo y Sara dio un paso al frente. «Dije: adelante; y toda mi familia me apoyó», recuerda. Fue hace ahora cuatro años y a día de hoy el balance es positivo. Todo ello a pesar de la pandemia. Recuerda también cómo durante el confinamiento tuvieron que empezar a llevar la compra a los vecinos. «Nos arropábamos mucho los unos a los otros», cuenta. Sara había acudido cientos de veces a comprar esos mismos productos, pero ahora era ella quien los ofertaba. Dice estar muy contenta y trata además de cumplir con el legado de Carmen: «Ella ha sido siempre muy cercana y yo intento serlo también», dice con una sonrisa.
Ultramarinos Oliete surte a Alloza y a otros pueblos de la contornada de bienes muy variados. «Vienen mucho a comprar pijamas, hasta gente de Andorra. En estas tiendas pequeñas a veces encuentras cosas que en las grandes superficies no tienes», dice orgullosa. Desde alimentación y bebidas hasta productos de limpieza pasando por textiles como lencería. «Además trabajo mucho con los productos de Aragón, artesanos y de la tierra, como el aceite Royal de Alloza», dice poniendo encima del mostrador principal una de las botellas. En las estanterías del estrecho local se adivinan toda suerte de productos. Colores y marcas se mezclan para hacer que cada cual encuentre lo que busca. Ultramarinos Oliete tiene esa esencia de comercio cercano. A veces, muy cercano: «Muchas veces casi haces hasta de psicóloga».
Abre desde el lunes hasta el sábado al mediodía, pero dice Sara que lleva siempre la llave encima por si algún vecino necesita algo. Ella tiene dos hijos pero a la pregunta de si ve continuidad en el negocio se sincera: «Lo veo difícil. Pero nunca se puede decir nunca. Yo tampoco tenía perspectivas de estar aquí y mira», dice con sonrisa en boca.