Pilas ponzoñosas

Dario Vidal.
Me erizó el cabello. Un niño chuperreteaba pilas abandonadas en el arroyo sin que nadie lo evitara.

Me erizó el cabello. Un niño chuperreteaba pilas abandonadas en el arroyo sin que nadie lo evitara. Quise pedírselas, cambiárselas, o comprarlas: todo menos quitárselas porque se habría defendido como de un hurto. Pero el chico debió encontrar irresistibles los colores, el tacto fino y resbaladizo de la superficie, y quién sabe si también el sabor dulce y picante de su alma metálica. A mi por lo menos me gustaba hasta que alguien me disuadió con un cachete. Entonces no sabíamos el peligro que entraña manipular metales pesados. Aunque ningún mayor nos hubiera acusado entonces de la bajeza de quitar un objeto a los niños como probablemente habrían hecho ahora. Los niños de esta hora están blindados de derechos. Ya no se encuentran los pequeños jugando por las calles, salvo en los desguaces y los vertederos. Pero ese no es motivo para abandonarlos a su arbitrio porque todos tenemos la obligacion de preservar sus vidas.

Hubiese sido inútil razonar. Tenemos esa desventaja con los «menores» y los irracionales. A mi perra le hubiese quitado su hallazgo y todo se habría reducido a un chasqueo: habría abierto mucho los ojos y se habría puesto en guardia para adivinar a qué ibamos a jugar. Pero al cabo de un momento se habría puesto a olfatear nuevamente en demanda de otras sensaciones excitantes.

Yo no veo que esa laxa prohibición administrativa tenga consecuencias para quien la incumple. Nadie parece entender que estamos expuestos al rigor de los metales pesados como el litio y el óxido de plata si tratamos con relojes; con el níquel y el cadmio si manipulamos baterías de móvil, y si nos hallamos en contacto con el mercurio, el zinc, el cadmio, el carbono y el níquel, cuando actuamos con el resto de ingenios con que nos tienta la tecnología. Nadie repara en que alguno de esos productos tarda unos 50 años en descontaminarse; que otros son activos durante más de 1.000 años; que una pila alcalina puede contaminar alrededor de 167.000 litros de líquido, y que solo una pila salina normal de zinc-carbono, puede dañar 600.000 litros de agua. Y confundir una pila de un solo uso con una pequeña batería recargable, puede entrañar serios peligros.

Tómense la molestia de informarse y entenderán la causa de tanta patología respiratoria como abunda en Alcañiz, tal que la bronquitis crónica, la enfermedad pulmonar obstructiva (EPOC), la esquinencia por caolín, el cáncer de pulmón, los efectos de la lluvia ácida, la contaminación sulfúrica de la central térmica de Andorra, los humos de cuya combustión barren amplios sectores del Matarraña, las Cuencas Mineras, Andorra-Sierra de Arcos, el Maestrazgo turolense y buena parte del castellonense, incluida la capital que es una de las más polucionadas de Europa. Y cuando se sientan morir, dedíquenle la última plegaria a Endesa.

La ultima actualización de esta noticia fue 24 Abr 2019 00:46