El expresidente de la Peña Taurina de Alcañiz, Miguel Nassif, fallece por coronavirus

El expresidente de la peña taurina de Alcañiz, Miguel Nassif, ha fallecido este sábado por la noche por coronavirus en Zaragoza, donde estaba ingresado en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). La enfermedad se complicó para este médico y ex concejal del Partido Popular, una persona muy querida e implicada en la vida social de la localidad.

De origen sirio, llevaba 56 años en España, país al que llegó para estudiar medicina en Zaragoza. El amor le llevó a elegir el Bajo Aragón y ejerció su profesión primero en el ambulatorio y, después, en el Hospital.

Hace tres años, ya jubilado aunque seguía pasando consulta en una clínica privada, fue protagonista de una de las contraportadas del periódico La COMARCA en la sección semanal ‘Del mundo al Bajo Aragón‘. A continuación, el texto íntegro del reportaje.

Un alcañizano más aunque nacido en Siria

Miguel pisó España hace más de 50 años. Aún no tenía los 18 y eligió Zaragoza para cursar Medicina procedente de Latakia, una ciudad de medio millón de habitantes de la costa de Siria a poco más de dos horas de Alepo.

Era mitad de los sesenta. En su país solo había una facultad de Medicina, por lo que el acceso para todos era complicado y España se presentó como buena opción. De hecho, siguió el camino que abrieron otros compatriotas antes. Se cargó de valentía porque aterrizó sin saber ni una palabra de español, así que, los primeros meses fueron intensivos pero pronto llegaron los aprobados de Michel Sarhan Nassif. «La burocracia me quitó el nombre de mi padre y me añadió el apellido materno como es en España», dice y asegura que su nombre original dio para muchas anécdotas.

Recuerda que salió de un país «precioso, moderno, con alto poder adquisitivo» que nada tiene que ver con el actual y que se encontró con una sociedad, la española, en pleno avance. «Tuve una novia que me decía que a las nueve tenía que estar en casa y yo me asombraba. ¡En Siria teníamos más libertad!», bromea y enseguida se pone serio con la actualidad.

«Yo soy católico, la minoría allí, pero en el colegio íbamos mezclados. Tenía compañeros ortodoxos, sunitas, chiitas,… y siempre nos hemos respetado». Nació en el seno de una familia de once hijos por lo que conserva un buen número de sobrinos en Siria. «Se me rompe el alma al ver a la gente y cómo está el país y estoy seguro de que ni siquiera el que ha sido bien acogido quiso irse de verdad», sentencia con la mano en el corazón.

Una persona implicada en la sociedad

Miguel se marchó en otra época, en un momento dulce de su país con una multiculturalidad que quizá sea lo que le forjó un carácter que le ha hecho integrarse allá dónde ha ido. Su rostro y su nombre es muy conocido en Alcañiz por su implicación. Preside la Peña Taurina pero ha pasado por varias, como por ejemplo, el Casino. «Me gusta el ambiente y siempre tienes amigos dentro que hacen que acabes tú también. De hecho, soy presidente por culpa de ellos», ríe. Hace años llegó a ser concejal, una experiencia que recomienda.

Lo hizo por el PP y se encargó un año de Puigmoreno y Valmuel. «Viví la reivindicación por tener la tienda», recuerda y añade que le ha gustado trabajar por el que considera su pueblo desde hace 37 años cuando llegó al poco tiempo de terminar la carrera. Estando en el Clínico tuvo que elegir entre Barbastro y Alcañiz. Tuvo mucho que ver en la decisión que la familia de su esposa, natural de Escucha, viviera en Andorra.

Comenzó trabajando en el ambulatorio. «Ahora todo funciona mejor que en cualquier parte pero las condiciones eran malas. Apenas había espacio y solo éramos 17 médicos, así que, pasar a dar servicio en el hospital para nosotros fue una especie de revolución», sonríe.
Se jubiló -«forzosamente»-, hace cuatro años pero sigue pasando una consulta semanal en Capim y se mantiene como vocal del Colegio de Médicos de Teruel. Otra parte del tiempo la dedica a ser padre y abuelo.

Retirado de la vorágine del hospital, valora ser médico en el medio rural. De hecho, es raro el pueblo en el que no conserve amistades y conocidos con los que conversar. «La gente te da un cariño inmenso y eso es maravilloso», concluye.