Una vida caraqueña con corazón alcañizano

María Roca celebró su 100 cumpleaños rodeada de amigos y familiares

María Roca celebró su 100 cumpleaños rodeada de amigos y familiares

La alcañizana María Roca vivió el pasado domingo 16 de abril su 100 cumpleaños, una cifra reservada para unos pocos privilegiados y que había que celebrar por todo lo alto. Sus hijos, nietos, bisnietos y una largo etcétera de familiares y amigos le acompañaron en una fecha tan especial.

María se toma con relativa normalidad el hecho de llegar a ser centenaria, mientras su hija Mariajo le ayuda a rescatar los momentos más emocionantes de su vida. Es conocida por muchos como la «caraqueña», un apodo que le viene dado por los más de 60 años que estuvo viviendo en Caracas (Venezuela), donde se fue con su marido, Vicente Andreu -también alcañizano- en 1939. En un principio quedaron en contraer matrimonio en 1936, pero estalló la Guerra Civil en España y Vicente tuvo que marcharse a América.

Fueron años complicados, la pareja de enamorados quedó incomunicada y no pudieron hablar ni por carta. Tras la Guerra, retomaron el contacto. En 1939 consiguieron casarse, aunque no como lo habrían deseado. «Vinieron sus padres para que nos casáramos por poderes. Vicente no podía volver a España porque estaba llamado a filas. Recuerdo que mucha gente vino a la boda y se sorprendía de que una jovencita como yo se casara con un viejecito, que en realidad era mi suegro», relata la alcañizana.

Después de un viaje de mes y medio en barco, María por fin llegó a América y se reencontró con su marido, «fue un momento muy bonito». En Caracas le esperaba una nueva vida junto a Vicente, joyero de profesión. Allí pasó una época maravillosa, rodeada de paisajes que le fascinaron y siempre con el recuerdo del pueblo que le vio nacer. «Mis padres vivieron en cuatro casas durante su estancia en Venezuela y todas se llamaban «Quinta Alcañiz». Mi madre siempre ha hecho mucha patria con su pueblo», cuenta Mariajo Andreu, la mayor de los cuatro hijos que tuvo la familia.

El matrimonio comenzó su nueva vida en Caracas, formaron una familia y siempre que pudieron, cuando el trabajo en la joyería se lo permitía, volvían a Alcañiz para pasar las vacaciones. Era una manera de volver a ver a familiares, conocidos y también de estar con sus hijos, que tomaron el camino de vuelta antes de la adolescencia porque el matrimonio quería que estudiasen en Alcañiz «para que se sintieran españoles».

Los recuerdos de Alcañiz siempre estuvieron en la mente de María. Muchos recuerdos, sobre todo de la Semana Santa. Fue una de las primeras mujeres que se atrevió a tocar el tambor durante las procesiones. «Me puse la túnica de mi hermano Antonio y salí a tocar. Tendría unos 18 años y recuerdo que todos estaban pendientes de mí». Su pasión por su pueblo y la devoción por la Virgen de Pueyos le llevaron a regalarle unos pendientes de oro con esmeraldas, pulidas en la joyería familiar. Lo mismo hizo con la imagen de la Soledad, en este caso de oro y amatistas.

María y su marido siempre tuvieron la idea de volver a vivir a su ciudad natal, pero lamentablemente no lo pudieron hacer juntos. Unos años antes de que la alcañizana se estableciese de manera definitiva, su marido murió por un infarto en Barcelona. Fue entonces cuando María aceleró su viaje de vuelta en 2002, una ciudad a la que siempre ha tenido en el corazón y a la que ha ayudado en todo lo que ha podido.

La ultima actualización de esta noticia fue 21 Sep 2020 17:07