Ahora entiendo ese miedo a la hoja en blanco, cuando hay tanto que decir y a la vez no puedes añadir nada, cuando buscas transmitir lo que no se puede traducir a palabras, cuando el alma esta llena de una mezcla tan enmarañada de sentimientos y recuerdos… Tristeza por lo perdido, gratitud por lo recibido….

Solo queremos decir GRACIAS. Un «gracias» con mayúsculas e impotente que no incluye ni la mitad de lo que necesitamos decir y que muerde porque solo lleva una parte del mensaje y lo desgarra para llevarse ese trozo que seguramente ni siquiera es el más importante ni significativo.

Pero no sé dé qué otra forma transmitir en este tiempo de confinamiento, de limitación de los abrazos y las miradas, cómo apreciamos y recibimos todo el cariño que le profesasteis a papá y que nos habéis hecho extensivo a nosotros. Lo que nos dolió no poder abrazaros a los que estuvisteis en su sencilla despedida, a los que no pudisteis estar físicamente pero nos hicisteis sentir que estabais, a los que no tuvisteis fuerza y solo llorasteis su ausencia desde vuestra pequeña cárcel. A los que estuvisteis cuidándolo y amándolo cada día a pesar de sus «redioses», que supisteis ver su alma buena y coherente.

Nadie pudo mantenerse indiferente a su paso por la vida vehemente y apasionado, al amor que derramó y recibió. Se que es muy poco decir «gracias» pero aceptádnoslo, porque no sabemos hacerlo de otra forma…

«Cuidate mucho, papá, por Dios» le habíamos dicho los tres hijos por separado, empezó esta pandemia, conocedores de que su tendón de Aquiles eran las infecciones respiratorias y mientras María Jesús se mantenía una vez más en primera línea de fuego. «Ahora es cuando no me voy a morir», contestó desafiante. Y lo cumplió. Dos días antes de irse le hicieron las pruebas que salieron negativas. Y finalmente lo hizo donde quiso, en su Alcañiz querido: ni en casa de ninguno de nosotros, ni en el hospital. Se le acabó la vida después de apurarla todo lo que le permitió ese cuerpo rebelde que no obedecía al espíritu que contenía.

Se llevó las ultimas visitas a la salada cuando salía de alta del hospital, al castillo y la vuelta a los puentes de madrugada cuando en urgencias un médico indulgente lo mandaba a casa solo con una amonestación. Indomable, fiel a sus convicciones y conciencia a ultranza…
Pero solo queríamos daros las gracias por ese cariño que le disteis y lo nutría, porque detrás de aquel genio y juramentos, de ese espíritu libre, había un corazón que se alimentaba de cariño. Sé que esa maquinita incansable de amar sigue haciéndolo donde está y sabe que su sangre sigue circulando en sus nietos, que su inquietud por todo sigue en los chicos que tanto quería. Solo tratábamos de decir que ese cariño vuestro ha sido recibido … no sé si lo he conseguido.

Susana Vidal – Hija de Darío Vidal