La Inteligencia Artificial (IA) ha conquistado nuestras vidas de una manera que pocos podrían haber predicho. Sin embargo, detrás de su aparente brillo y promesas de avance, se esconden una serie de preocupaciones y peligros que no podemos ignorar.

Uno de los principales problemas de la IA es su falta de comprensión contextual y emocional. Aunque puede realizar tareas específicas con una precisión impresionante, carece de la intuición y la capacidad de razonamiento que caracterizan a los seres humanos. Esto plantea serias preguntas sobre la confiabilidad de la IA en situaciones complejas y en la toma de decisiones éticas.

La IA también plantea serias preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad de los datos. A medida que recopila y analiza grandes cantidades de información personal, existe el riesgo de abuso y violación de la privacidad. Además, la IA también es vulnerable a ataques cibernéticos, lo que podría tener consecuencias catastróficas en áreas críticas como la infraestructura y la seguridad nacional.

En última instancia, debemos reconocer que la IA no es una solución mágica para todos nuestros problemas. Si bien tiene el potencial de mejorar nuestras vidas, también conlleva riesgos significativos. Es crucial que abordemos estos problemas de manera proactiva y nos aseguremos de que la IA se utilice de manera ética y responsable.

Como podéis ver, los anteriores párrafos están redactados en cursiva, y tienen una explicación: no los he escrito yo, sino que ha sido la misma Inteligencia Artificial la que lo ha hecho por mí. Con tan solo unas premisas muy sencillas y directas ha escrito una crítica sobre sí misma.

La IA es un tema muy candente en la actualidad, llegando a sobrepasar al muy sonado Metaverso, que ha quedado en un segundo plano (nunca mejor dicho).

Me provoca cierto miedo y rechazo, sobre todo porque me he dado cuenta de que, tanto profesionales como gente de mi alrededor, la usan sin filtrar o contrastar la información que les proporciona. Después son ellos mismos quienes se encargan de difundir una información que no es del todo correcta (o incluso falsa). Al final ya lo dice su mismo nombre. ¿Inteligencia? Sí, pero artificial.

Laura Alejos. Y de postre