En 2016, el Secretario General de Naciones Unidas presentaba a la Asamblea General un Plan de Acción para Prevenir el Extremismo Violento (EV), en el que se decía: «1. El extremismo violento es una afrenta a los propósitos y principios de Naciones Unidas. Socava la paz y la seguridad internacionales, los derechos humanos y el desarrollo sostenible. Ningún país ni región es inmune a sus efectos. 2. El presente Plan de Acción para Prevenir el Extremismo Violento considera y aborda el extremismo violento como conducto hacia el terrorismo. El extremismo violento es un fenómeno diverso, sin una clara definición. No es ni nuevo ni exclusivo de ninguna región, nacionalidad o sistema de creencias» (https://undocs.org/es/A/70/674).

No es extraño que Naciones Unidas, organización construida con el esfuerzo de generaciones anteriores y responsable de la gobernanza global, se ocupe del Extremismo Violento (EV) que tantas víctimas produce. Las víctimas del EV son personas que sufren atentados mientras viajan en trenes, trabajan en edificios, pasean por una avenida de su ciudad o bailan en una discoteca, sucesos y episodios que todos identificamos con terrorismo. Pero en la conceptualización internacional hay espacio para que el EV incluya más fenómenos que producen terror a la población y también innumerables víctimas: entre otros, los tiroteos indiscriminados, los secuestros de niñas para convertirlas en esclavas sexuales, las actuaciones de gobiernos que reprimen las protestas de sus poblaciones disparando contra ellas, las víctimas causadas por motivos de odio racial u homofobia, las mujeres que son asesinadas.

¿Por qué es importante reconceptualizar estos hechos y ponerlos bajo el paraguas del EV? Porque el EV sitúa el problema de las violencias en un plano más profundo, en un momento que incluye la acción y a la vez es previo, lo que puede ayudar a identificar sus diferentes raíces y a poner en marcha medidas de prevención y líneas de acción práctica que permitan erradicarla.

En este 25 de noviembre, día contra la violencia hacia las mujeres, es hora de llamar a esta lacra por su nombre, es hora de decir que la violencia machista forma parte del universo de violencias extremistas bajo las que también se incluye el terrorismo yihadista: sus víctimas son a menudo asesinadas en lo que debería ser su mayor refugio: su hogar. Tal vez si lo vemos así, la sociedad sacudirá sus inercias para invertir más esfuerzos en la transformación de esas mentalidades e identidades que matan.

Carmen Magallón