En esta Navidad, que ciertamente será diferente, habrá que recurrir a los recuerdos. Quienes tenemos familia en países como Alemania o Inglaterra, hijos, sobrinos, nietos, nietas, sabemos ya que no podremos verlos. En toda Europa, otra ola de la COVID-19 está dejando cifras de contagiados en aumento y las posibilidades de viajar se han reducido, cuando no anulado totalmente. Las recomendaciones nos invitan a vivir una Navidad contenida en desplazamientos, relaciones y abrazos. En nuestro país, cercana ya la Nochebuena, contemplamos cómo las alegrías socializadoras del pasado puente de la Constitución han hecho repuntar también las cifras y las alertas. Así es que más vale contenerse, autolimitarse para poder contarlo. Las autoridades lo recomiendan. Y tienen razón.

Puestos a recordar, vayamos bien atrás y recordemos algunos detalles de las navidades de nuestra infancia. Más que las cenas y comidas, recuerdo con viveza los villancicos y la tradición del ‘cabo-de -año’. En casa de mis abuelos, en la Ronda Belchite, mi abuela Tomasa Lizana Torres sacaba un niño Jesús bastante grande, con carita alegre de niño dulce, que yacía acostado en una cuna con su colchón y su almohada. Alrededor de esta figura cantábamos los tradicionales villancicos. Un villancico que me parece digno de dar a conocer es el que cantaba nuestro abuelo Matías Magallón Ferrer, sobre todo la parte que añadía la creatividad local: «En el portal de Belén/hay estrellas, Sol y Luna/ la Virgen y San José/ y el niño que está en la cuna/ Ande, ande, ande la Marimorena/Ande, ande, ande que es la Nochebuena/ En el portal de Belén/se han encontrado un pendiente/lo perdió una alcañizana/ que bajaba a vender leche…/Ande, ande, ande…».

Cuando se acercaba el fin del año, las niñas y niños íbamos con una cestita llamando a la puerta de las casas del barrio pidiendo el cabo-de-año. Cualquier cosa que nos daban, nos alegraba. Como diría mi hermano Salvador, haciendo broma de aquellos tiempos: ‘claro, no teníamos nada’… Eran sobre todo productos caseros o de la huerta: nueces, orejones, higos secos, mandarinas, guirlache casero y alguna pasta si habían hecho en el horno. Vivida de manera restringida, junto a los más cercanos y poquitos, en esta Navidad podemos seguir emocionándonos al escuchar (¡mejor no cantar, dicen!) las bellas y evocadoras canciones de siempre: «Oh, blanca Navidad, nieve/Un blanco sueño y un cantar/Recordar tu infancia, podrás/ Al llegar la blanca Navidad». ¡Felices fiestas!

Carmen Magallón