Así es: pese a los contagios y la incertidumbre, los tests de antígenos, la sensación de cansancio y las ausencias irremediables; pese a que tampoco este año nos tocó la lotería y debemos acomodarnos a los límites de nuestro presupuesto; pese a las mascarillas y la ventilación, la distancia social y las dificultades para reunirnos con los seres queridos que viven lejos, pese a todo esto y más que podría añadirse, alegrémonos. Alegría sí, porque pese a todo es Navidad.

Más que el momento de comprar, comer y beber, la Navidad es para mí el tiempo en que es posible la reconciliación: el acercamiento de los países enfrentados, los grupos y los familiares y amigos que dejaron de hablarse, a menudo por una futilidad ya olvidada. En puridad, Navidad es la celebración de un nacimiento que simbólicamente trae un mensaje amoroso. El espíritu de la Navidad es el del amor que renace. No importa si eres creyente o no, si vas a misa o no, si te sientes cristiano o musulmán o nada, si eres un ser humano tendrás que admitir el valor del ‘Amaos los unos a los otros…’ como norma suprema y guía para la convivencia. Nos contaron que, en el pasado, bandos que peleaban en distintas trincheras, en Navidad se concedían una tregua e incluso brindaban juntos. Esa fuerza reconciliadora no habría de perderse.

¿Cuáles son hoy nuestras trincheras, las posturas que nos dividen? ¿Estar a favor o en contra de las vacunas? ¿Ser del partido A o del partido B? ¿Del equipo de fútbol X o del Y?… ¿Seremos capaces de establecer una tregua en estos días? Propongo que empecemos por la escucha, la atención y consideración de las palabras del otro. Y por desechar el execrable insulto en los intercambios y la descalificación de los que no piensan igual.

De nuevo, es esta una Navidad con pandemia, lo que añade un factor que mientras nos amenaza nos une simbólicamente al conjunto de la Humanidad. Es tiempo de poner el énfasis en la responsabilidad global compartida. Es tiempo de revitalizar la defensa de los organismos internacionales, que históricamente nacieron para evitar ‘el flagelo de la guerra a nuestros hijos’ (Carta de las Naciones Unidas); y de aumentar la cooperación y el apoyo a los grupos y países que no tienen medios para frenar este virus. Dejemos de competir y pelear. Pese a todo, hoy es Navidad.

Carmen Magallón. Nuestro mundo común