Yerran en sus planteamientos los que se alinean con la multinacional italiana ENEL (bajo la marca de Endesa) en el desmantelamiento de la Central Térmica de Andorra (CTA), la segunda Central de ciclo combinado más importante de España en los últimos 50 años. Está claro que a estas alturas ENEL defiende sus intereses empresariales envueltos en un pseudo-manto verde que destapa varias cuestiones fundamentales: a) nulo interés por la CTA que pretende derribar; b) sus intenciones monopolistas de explotación del territorio con las nuevas energías renovables; c) la ubicación de su parque fotovoltaico sobre la propia CTA, una vez derribada y la propuesta de que, entre otros, participen en el derribo los antiguos trabajadores de la Central, propuesta que nos atrevemos a considerar, cuando menos, humanamente cruel y desatinada porque significa la pérdida irreversible de una identidad industrial relacionada con la energía (carbón y electricidad) por la que los propios trabajadores de la zona de las Cuencas Mineras, -también la de Ojos Negros- históricamente han pagado un alto costo personal con muertes y enfermedades del pulmón derivadas de la silicosis, a la par que las ciudades, casi sin enterarse, han recibido históricamente luz y calor de estos colaboradores imprescindibles en la empresa. Si pretendemos salir de la pandemia del Covid-19 gracias a las aportaciones de los científicos, también para el nuevo enfoque de Transición Justa hay que contar con ellos, con los científicos en tantas disciplinas que hasta el momento no han sido ni escuchados ni tenidos en cuenta.

La CTA ha sido y es un gran complejo energético de altos valores industriales, culturales, sociales, medioambientales y paisajísticos que deben preservarse por el bien de la comarca de Andorra, de Aragón y del Estado. La Directora General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón tiene sobre la mesa desde marzo la solicitud de protección como Bien Catalogado del Patrimonio Aragonés, elevado a instancias de la asociación Rolde, partiendo del Informe científico de Mª Pilar Bien Ibáñez, profesora especialista en patrimonio industrial de la Universidad de Zaragoza después de visitar la fábrica, informe apoyado también por la Plataforma en Defensa de la Central Térmica de Andorra. Esta Plataforma, compuesta por especialistas en patrimonio industrial, colectivos técnicos, agentes sociales y relevantes figuras científicas e intelectuales humanistas, acaba de ser recibida por la Directora General del Patrimonio y debe ser escuchada y estudiadas sus propuestas, antes de permitir cualquier otra acción.

Siempre, pero nunca como ahora, deben primar los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la Agenda de las Naciones Unidas 2030 para una Transición Justa como modelo viable para el futuro de nuestros jóvenes, y ese desarrollo no puede iniciarse con el derribo sino con otras alternativas viables a corto, medio y largo recorrido, porque el dinero de apoyo de Europa no está para ciertas triquiñuelas de las grandes empresas enmascaradas en un «halo verde». La España vaciada no puede permitirse semejantes «juegos de disfraces» y así se lo ha planteado APUDEPA (Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés) al reciente Pacto por la reconstrucción de la provincia de Teruel. Asimismo APUDEPA, como otros muchos colectivos, con el parón del Covid 19 por medio, ha contestado el formulario del Ministerio de Transición Ecológica y de Transición Justa para Andorra, proponiendo diversas acciones de desarrollo y empleo sostenible, verde sí, para el territorio.

Creemos que tampoco ha estado, ni está, en la mente de nadie olvidar a los antiguos trabajadores de la CTA que deben de ser tratados en proporción a un empleo que ha conllevado en sí mismo altos riesgos vitales, por tanto deben ser recolocados de manera justa acorde a sus situaciones individuales, nunca haciéndoles participar en un modelo caduco y temporal, que cierra una buena parte de perspectiva de futuro, como es el propuesto: El derribo de la propia Central histórica, objeto de explotación y mimo durante casi 50 años.

Tenemos varias propuestas serias para la Central desde distintos colectivos, pero creemos que lo más urgente y eficaz -partiendo de la obligatoria aplicación de las Leyes recientemente actualizadas de acuerdo a la normativa internacional- es convocar inmediatamente al colectivo de científicos y agentes sociales junto a un grupo de reconocidos expertos independientes en distintas áreas para que visite la Central y estudie, de una vez por todas, posibles salidas de uso, que las hay. Porque todos queremos seguir viendo y comprender lo que ha supuesto esa impresionante chimenea de 343 m., las torres de refrigeración de 80 m. de diámetro, la excepcional planta de desulfuración -modelo contra la contaminación y a favor de la salud pública-, la nave de la Central propiamente dicha y las playas de carbón… Unas imágenes que vistas de cerca deparan gratificantes sorpresas al visitante.

En definitiva, preservar la Central Térmica de Andorra es una cuestión de voluntad política en cumplimiento de la Ley. El complejo trasciende altos valores industriales, culturales, sociales, medioambientales y paisajísticos y todo ello va enmarcado en la emergencia del grave cambio climático y los efectos de invernadero reconocidos en los ODS citados en la Agenda 2030.

Belén Boloqui Larraya – Catedrática de la Facultad de Educación y profesora de Arte Barroco y Rococó en la Facultad de Letras de la Universidad de Zaratoga, Presidenta de APUDEPA (Acción Pública para la Defensa del PAtrimonio Aragonés)