Hubo unos años, a finales de los 70 y durante los 80 del siglo XX, en que «los Simones» alegraban el verano de la Urbanización El Dique de Caspe al modo de los niños de la serie de TVE ‘Verano azul’. ¿Que quienes eran «los Simones»?, pues los hijos del doctor Simón, el médico psiquiatra zaragozano que atendía a los pacientes del centro psiquiátrico que la Diputación Provincial estableció en Caspe para aprovechar parte de las viejas ruinas de le iglesia del viejo Hospital de Santo Domingo, atendido por Hermanas de la Caridad de Santa Ana, aunque para ello tuvieran que destruir (con la excusa de que «no era Monumento Nacional») un bello pórtico de ladrillo, y más. El atareado y amable doctor Simón tenía que apechugar con dos graves problemas: un centro que no reunía condiciones para albergar a los enfermos (tanto que era conocido como «la vergüenza de la psiquiatría en Aragón») y una familia numerosa de seis hijos que acababa de perder a la esposa y madre.

¿Y por qué, dirán ustedes, trae a colación en su columna aquellos ‘veranos azules’ de la tele y aquella ‘gran familia’, casi cinematográfica, de Pescadores? Pues, sencillamente, porque el mayor de aquellos niños que pasaron su infancia y adolescencia en el chalet ‘Entre Ríos’ es ahora una de las personas más conocidas de España al ser el encargado de informarnos diariamente sobre el virus Covid19.

Aquel niño rubio que pedaleaba por los parajes del Dique ejerciendo de hermano mayor, y, más crecido, junto con sus vecinos los Catalán, los Perea o los Caballú, practicaba deportes náuticos, es ahora a quien todos miramos en la televisión esperando nos de pautas sanitarias sobre qué hacer en estos desconcertantes días; en estas jornadas llenas de incertidumbre e inquietud social y económica en todo el mundo.

Pienso que si «la patria es la infancia», cuando Fernando Simón en sus numerosas ruedas de prensa cierre los ojos para relajarse, le podrán venir al pensamiento imágenes de cuando era un niño feliz en Caspe, junto con Kimi, Eduardo, Mercedes, Isabel, Miguel y otros amigos adolescentes caspolinos. Yo mismo recuerdo haberlos visto con sus bicicletas recorrer las calles de la urbanización, o bañándose en la piscina con su padre y sus abuelos; y más tarde, hasta el presente, surcando las aguas del Mar de Aragón practicando windsurf.

Los niños son los adultos del futuro, y el futuro no sabemos lo que traerá consigo a sus vidas. Ahora, en este presente lleno de preguntas, dudas e inquietudes estamos todos pendientes de las palabras de aquel niño del pasado. «El mundo es redondo y gira», dice el padre de ‘Paco el del Molino’ en ‘Requiem por un campesino español’ en su bautizo justo después de reflexionar sobre el paso del tiempo y sus paradojas: «Qué cosa es la vida, hasta que nació ese crío yo era sólo el hijo de mi padre. Ahora soy, además el padre de mi hijo». Y todos los que conocimos a los alegres y simpáticos «Simones» nos decimos ahora: ¿quien nos iba a decir que llegaría un día en que todos estaríamos pendientes de uno de esos niños? Los caspolinos te saludan, Fernando.

Alejo Lorén