Diluvio es una palabra que procede del latín y que significa inundación. Diluviar es inundar. En el español de la Academia se define diluvio como inundación de la tierra o de una parte de ella, precedida de copiosas lluvias. Para muchos hablantes en español por diluvio se entiende la lluvia. Metafóricamente también expresa la abundancia excesiva de algo, ya sea en lo físico o en lo moral.

En las culturas humanas, la leyenda de una gran inundación que destruyó lo viejo y dio paso a lo nuevo, está extendida en todo tiempo y lugar. En el libro «Mitos de la creación», Philip Freund calcula que se cuentan más de 500 leyendas diluvianas en más de 250 tribus y pueblos. En muchos casos se han conocido como Diluvio Universal, que teniendo en cuenta que sucedieron hace 4.000 años, el Universo que los humanos conocían no podía ser muy extenso. Como pudiera esperarse, con el transcurso de muchos siglos a esas leyendas se les han añadido sucesos y personajes imaginarios. No obstante, todas tienen similitudes fundamentales.

La leyenda diluviana más antigua procede de los sumerios, pueblo antiguo que vivió en la Mesopotamia. Cuando la gente emigró de Mesopotamia después del Diluvio, llevó consigo a todas partes de la Tierra relatos de la catástrofe. Así, entre los habitantes de Asia, de las islas de Oceanía, de las Américas del Norte, Central y del Sur, se relata aquel impresionante acontecimiento. La mayoría de las leyendas diluvianas existían mucho antes de que la Biblia llegara a esos pueblos. Y en todas ellas se acepta que el origen de esos cataclismos fue castigar a los humanos por su violencia y su inmoralidad. Pero estas razones y estas situaciones se siguen dando hoy en día, y es por ello que, aunque nos cueste aceptarlo vivimos tiempos de nuevos diluvios.

El ultimo cataclismo que puede afectar gravemente la paz son los asesinatos cometidos por Hamas en la operación Diluvio de Al-Acsa y la respuesta de Israel. Hamas masacró a más de 1400 civiles y apresó a más de 200 rehenes. La opinión general es que la respuesta de Israel es desproporcionada. Un personaje como Macrón así lo ha declarado, y se ha referido a Netanyahu como un ser inhumano capaz de las mayores iniquidades. La respuesta del israelí ha sido contundente, y le ha recordado a Macrón que ningún presidente de Francia pensó como él cuando el presidente Bush reprimió los atentados del 11 S del 2001 o cuando el presidente Putin reprimió el atentado en el teatro Duvrovka de Moscú en octubre de 2022 en el que murieron más de 170 personas, entre rehenes y terroristas. El Alto Representante de la UE para la Política Exterior y de Seguridad común, Javier Solana dejó entonces clara su postura: con los terroristas no se puede negociar.

Se discute si ahora estamos ante un acto de terrorismo o un acto de guerra. Los actos de guerra también producen terror, crímenes y acciones inhumanas. Y como todo tiene un antes, y tiene consecuencias, vale la pena recordar conflictos pasados, auténticos cataclismos en los que también se usó la palabra diluvio, y que nos han llevado al que vivimos ahora. Todos ellos han ocurrido a lo largo de mi vida.

Empezaré recordando el vergonzoso último bombardeo sobre Vietnam ordenado por Nixon. El 18 de diciembre de 1972, despegaban los primeros aviones en Guam, con dirección a Vietnam del Norte. En los once días que duró aquella campaña se lanzaron más de 20.000 toneladas de bombas cuando ya era evidente que la guerra estaba acabando. Quizá por eso, por lo innecesario del ataque a aquellas alturas del conflicto, y por la evidencia de que las víctimas eran civiles, la respuesta de la prensa estadounidense e internacional fue abrumadoramente desfavorable. El «Daily Mirror» británico titulaba: «Diluvio de muerte de Nixon por Navidad», y mi admirado «Washington Post» de entonces, definió la Operación como «el acto de guerra más salvaje y absurdo jamás cometido por un pueblo soberano contra otro».

Ningún gobierno democrático occidental o institución jurídica internacional se pronunció sobre aquellos sucesos. Naturalmente la ONU permaneció muda y sorda. Solo algunos destacados intelectuales decidieron intervenir. Se creó el llamado Tribunal Russell-Sartre que era un tribunal «de opinión» sin otro derecho que el de informar, opinar y denunciar hechos criminales de aquella guerra. Las contradicciones de la democracia se hicieron transparentes. Los democráticos países europeos occidentales se negaron a acoger aquel tribunal.

Un salto en el tiempo nos recuerda distintas guerras: la guerra del Golfo, la invasión de Irak, la guerra de Afganistán y tantas otras. Todas infames guerras de intereses, en las que los países democráticos con Estados Unidos al frente demostraron al mundo que habían traicionado los valores que creíamos representar. Doy un nuevo salto y paso a comentar las guerras de los Balcanes.

Las guerras yugoslavas que comenzaron en 1991 se extendieron hasta 2001. Los distintos países que habían formado tras la Segunda Guerra mundial la Federación de la mano de Josip Broz Tito decidieron autodestruirse o, según otros, reorganizarse. Naturalmente siempre hubo «amigos» que ayudaron a su autodestrucción. En mi opinión, Yugoslavia se podría haber convertido en una especie de «pequeña Unión Europea». Sin embargo, fracasó el intento de coordinar varios estados bajo un mismo techo. Pienso mucho en Yugoslavia y lo que ha ocurrido, y recuerdo a Jordi Pujol que en septiembre de 1987 declaró en Eslovenia que creía en un federalismo como el yugoslavo. Muy poco después, Eslovenia se declaraba independiente. Quizás haya alguna lección para España, qué en 2023, también debe encontrar mejores caminos para no perderse.

El bombardeo de la OTAN sobre Yugoslavia de 1999, fue una guerra no declarada entre la mayoría de países miembros de la OTAN y la República Federal de Yugoslavia, durante la Guerra de Kosovo. Los ataques tuvieron lugar desde el 24 de marzo hasta el 11 de junio de 1999. Belgrado fue destruido tras 78 días de bombardeos. Un verdadero diluvio de fuego. La operación fue iniciada unilateralmente por la OTAN, sin autorización previa del Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que desde diversos medios y colectivos se ha considerado que los bombardeos constituyeron actos de crímenes de guerra. Fue la primera vez que la OTAN utilizó la fuerza militar sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU. Durante esas acciones, el 7 de mayo, la OTAN bombardeó la embajada china en Belgrado, matando a tres periodistas chinos. El bombardeo tensó las relaciones entre la República Popular de China y la OTAN. China afirmó que «la OTAN debía reflexionar seriamente sobre los crímenes que se estaban cometiendo, dejando de incitar tensiones en la región y dejando de sembrar división e inestabilidad».

Tras esa guerra quedó al descubierto el nulo papel de Naciones Unidas, que había sido ninguneada por la OTAN. Se abrió una puerta para acciones semejantes en futuros conflictos. Nació la colaboración entre Rusia y China frente a la coalición liderada por Estados Unidos, algo que ya es muy fuerte y que en la actual situación europea condiciona decisivamente la solución del problema ucraniano.

Y paso seguidamente a comentar el tema Ucrania. De nuevo se produce una guerra no declarada, esta vez entre Rusia y la OTAN. Los antecedentes de la situación en Ucrania respecto a sus provincias orientales en el Donbass: Donetsk y Luhansk no han trascendido prácticamente en la prensa occidental. Los que seguimos las actividades de los distintos momentos de los tribunales Russell-Sartre, sabemos que en septiembre de 2014 este tribunal que podemos llamar «de conciencia» estudió las acusaciones sobre crímenes de guerra y grave violación de los derechos humanos por parte de Barack Obama, Anders Rasmussen y Piotr Poroshenko en Ucrania del Este. Sobre su actividad emitió un comunicado de prensa en el que decían: «La meta del Tribunal Russell es realizar una investigación análoga a la que ya fue realizada en cuanto a los delitos militares de EE.UU. en los tiempos de la guerra de Vietnam, así como interrumpir el silencio de los medios de información, un silencio planeado». El tribunal pidió oficialmente juzgar a Obama y Poroshenko por desatar la guerra en Ucrania.

La verdad es que la gestión de Poroshenko ha sido un desastre político y económico para su país. Los datos sobre la evolución de la demografía ucraniana nos dicen que el país que alcanzó los 52 millones de habitantes no llega en la actualidad a los 40 millones. Son millones los que han abandonado el país sin que se les pueda considerar refugiados, sino simplemente personas sin futuro que han buscado soluciones fuera de Ucrania. Es difícil saber cuántos emigrados son verdaderos refugiados y por qué. Mi experiencia en Suecia me confirma que muchos rusos huyeron a Suecia en los tiempos de la Guerra de Chechenia para proteger a sus hijos de una militarización. No hay que preguntar mucho para comprender que muchos ucranianos han abandonado su país por las mismas razones: huir del ejército de Zelenski. El Gobierno ruso cifra en cinco millones los ruso-ucranianos que han movido su residencia a Rusia.

La reincorporación de Crimea en Rusia fue posible sin violencia, por responder a los deseos de sus habitantes, y por la debilidad económica de Ucrania. Sin el diluvio de dinero europeo y sin las armas europeas y americanas, el Donbass ya estaría en manos de Rusia. Y aunque frecuentemente se nos presenta el hecho de que una mayoría de países en las Naciones Unidas apoyan a los países Occidentales, la realidad es que la gran mayoría de la población mundial no los apoya. Europa ha tirado por la borda cuarenta años de relaciones amistosas y económicas con Rusia con los resultados que ya sentimos en nuestras casas.

Lo que se maneja como borrador para una posible solución pacífica pasa por tres puntos: Crimea seguirá siendo Rusia. En el Donbass se ha de realizar un referéndum organizado y controlado por las Naciones Unidas para que la población decida si desea o no incorporarse a Rusia. Y, en tercer lugar, se han de organizar elecciones democráticas, limpias, y previamente acordar un alto al fuego en Ucrania, para poder dar voz a todos sus nacionales, en el país y fuera de él. La paz merece una reflexión y una oportunidad.

No sé cuál será el próximo cataclismo. En Europa quizás esté en manos de Irán y de los angustiosos procesos migratorios. En el Extremo Oriente la obsesión de Biden de crear una nueva OTAN para el Pacífico es una nueva amenaza para Corea, China e incluso Japón, que está siendo obligado a abandonar las posiciones pacifistas que ha mantenido desde 1945 pero que envejece rápidamente y lleva más de doce años reduciendo su población. No puede perder ni un joven.

Sobre los mitos diluvianos, y lo que tienen de verdad, me comprometo a contar lo que recuerdo en próxima ocasión.

Antonio German. Ingeniero y empresario