Reflexionando sobre el momento actual de desarrollo e implementación de energías renovables que, de nuevo, se impulsan no sólo por parte del Gobierno de España sino también por la aparición de la denominada Agenda 2030, tan necesaria como esperada, considero interesante que pensemos conjuntamente sobre esta alternativa tan magnífica como revolucionaria.

Como todos podemos intuir, este tema es muy complejo como también lo es el propio mercado energético y la estructura que del mismo tenemos en España, al menos actualmente. Partamos del hecho de que se trata de un oligopolio de productores de energía, de un monopolio de transporte de la red de alta tensión y de un producto, la energía eléctrica, de descomunal importancia y sensibilidad social.

La pregunta no es tan sencilla como: ¿Quién quiere o no quiere energía renovable? Verde, limpia, incombustible, barata, ecológica… es evidente que todos la queremos y necesitamos para dejar de consumir combustibles fósiles contaminantes de este planeta que cada vez nos va dejando más muestras de su hartazgo de esta sociedad tan insensible a la ecología como dócil a su cuenta de resultados económicos.

Creo que es el momento de que tanto políticos en general como consumidores, capital y trabajo, nos pongamos a remar en la misma dirección y busquemos y encontremos una común cuenta de resultados que nos proporcione un equilibrio económico ya sea éste netamente crematístico, social o medioambiental. La concepción de esta «revolución verde» nos debiera competer a todos, sin excepción. Me parece de capital importancia la implicación múltiple entre consumidores finales, gobiernos y productores como medio de ser crisol de soluciones socio-económicas que vertebren y aquilaten esta sociedad del estado del bienestar.

La implementación de energía limpia, verde y ecológica debiera estar debidamente establecida y radicada, legalmente asignada y basada en una ética política que imponga sus leyes medioambientales a aquellos productores de esta energía.

Quiero dejar claro en este mensaje que debemos aceptar y apoyar las energías renovables pero que éstas se implementen debidamente, bajo un orden legal establecido, ya sea por el Gobierno Central o por los gobiernos autonómicos, respetando el medio ambiente y el patrimonio común. Sí a la energía renovable pero No establecida indiscriminadamente.

Entiendo que la problemática demográfica que envuelve a la denominada España Vaciada aporta la evidencia de su despoblación y ofrece espacios abiertos, paisajes históricos, patrimonios milenarios… que son vías actuales de distintos negocios: Turismo rural, economía agropecuaria, silvicultura y otras.

Me queda claro, siendo pragmáticos, que la ubicación de las energías renovables será en la España Vaciada. Esto pudiera suponer un efecto no deseado sobre el entorno o sobre la economía rural actual. Podríamos pensar en un principio de «quid pro quo» e implementar un canon sobre la energía consumida por la ciudadanía y las empresas de la zona abaratando su precio allí donde se produce.

Podríamos pensar en incentivos fiscales y aplicación de fondos europeos que impliquen creación de riqueza en la España Vaciada como pueda ser la creación de nuevas empresas de (I+D+i) en donde desarrollar la tecnología futura de nuevos conceptos, nuevos materiales, necesidades y resto de innovaciones que creen empleo directo y estable, desarrollando los inputs necesarios en las zonas depauperadas desde hace décadas. Empresas pequeñas y medianas pudieran tener una alternativa atractiva de radicar sus sedes en esta vasta zona y servir de puntos de anclaje a nuevos focos industriales y tecnológicos que aporten su esfuerzo a atacar el reto demográfico al que nos enfrentamos. Tal vez se abra ante nosotros un abanico de posibilidades de nuevas empresas, tema a desarrollar en futuros debates.

Nos compete a todos exigir nuestros derechos en aplicación de nuestra libertad en esta España Vaciada que desde hace tiempo tañe las campanas y muestra sus escaños.

Tomás Salesa Edo – Teruel