Nassim Nicholas Taleb expuso en el año 2007 su teoría sobre los denominados Cisnes Negros, eventos imprevistos o altamente improbables que, cuando suceden, generan graves perjuicios para la economía y la sociedad.

Desde que se expuso esta teoría, han pasado tantos cisnes negros en el mundo que parece que lo imposible se ha convertido en la rutina diaria de los seres humanos, que deambulamos, año tras año, entre catástrofes.

Nos encontramos a las puertas de un cuádruple y peligrosísimo cisne negro, aunque ya no obedece exactamente al concepto de cisne negro, al estar siendo analizado y predicho por multitud de personas.

Primero: una inflación galopante y pérdida económica en los países occidentes, que puede llevar a revueltas populares y movilizaciones. Segundo: escasez de recursos de primera necesidad a nivel global fruto de efectos del cambio climático, restricciones al comercio y pérdida de competitividad de empresas por altos precios de insumos, que nos llevará a incremento de pobreza y desigualdad. Tercero: desplazamientos masivos de población entre regiones no alineadas, que generarán mucha más tensión social en los países occidentales y profundizarán en la teoría del choque de civilizaciones de Huntington. Cuarto: el posible conflicto entre China y EEUU a propósito de Taiwán, que arrastrará al conjunto de países de oriente, Suramérica y África a alinearse e intervenir.

Teniendo en consideración este escenario distópico y casi apocalíptico, que en las últimas semanas se repite día tras día en los medios de comunicación y en las tertulias de trabajo y ocio, me gustaría exponer el pequeño deseo que albergo de poder disfrutar de un cisne dorado. Y no me refiero al narrado en el cuento infantil para advertir de las maldades de la avaricia.

Cuando hago referencia a un cisne dorado me quiero referir a una circunstancia que, tan imprevista como la que describe Taleb en sus cisnes negros, genera una situación tan beneficiosa para la economía y la sociedad que sus efectos desbordan cualquier país, sector o clase social e impregnan de buenos resultados y consecuencias a las personas que se encuentras perplejas por el evento imprevisto. Una paz mundial sin condiciones y que suprima las fronteras, un acuerdo internacional vinculante contra la pobreza y el hambre, el fin inmediato de las emisiones de gases de efecto invernadero de todos los países del mundo, todos ellos escenarios utópicos e igual de realizables que los distópicos a los que parece que estamos abocados.

No obstante, en mi opinión, mientras que no se produzca ningún cisne dorado, debemos seguir tratando de sumar nuestros esfuerzos y nuestras energías en construir un presente y un porvenir mejor que el que de forma generalizada se quiere dibujar.

Hay que percibir que la Unión Europea está empujando fuertemente hacia un camino de recuperación basado en un sistema económico sostenible ambiental y socialmente. Hay que valorar muy positivamente la situación privilegiada con la que cuenta España para aprovechar las grandes amenazas y tragedias actuales y convertirlas en oportunidades de país y oportunidades para las personas que viven y que quieren vivir en nuestro Estado. Y debemos aprender de los errores del pasado y entender que entre todos saldremos mejor y más fuertes de las consecuencias provocadas por la sucesión de cisnes negros que están por venir.

Tenemos que soñar e idear un mundo mejor, romper los límites de la sociedad conocida y salir de la dinámica pesimista y fatalista en la que nos hemos instalado. Debemos aspirar a un periodo de neoilustración, retomar los valores que empujaron el siglo XVIII hacia la Ilustración y relanzarlos para conformar la sociedad que queramos construir en los siglos XXII y siguientes.

Tal y como decía Einstein, «en tiempos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento»: en la imaginación se encuentra la esencia del ser humano para superar los momentos de dificultad máxima en situaciones no conocidas. Imaginemos nuestros propios cisnes dorados y trabajemos día a día para hacerlos realidad.

Jesús Alijarde. Economista. Director general de IBERSYD