Cada mañana, cuando hago el trayecto Valjunquera-Alcañiz para ir a trabajar, tengo la misma sensación de privilegio efímero. Al subir la cuesta del Mas de Fraga me saluda un busardo ratonero, siempre posado en el mismo palo, y al encumbrar las Ventas, tengo bajo mis pies un espectáculo inmenso de lomas, «valletas», puntas agrestes cubiertas de pinos, campos de olivos, paredes de piedra… Veo al fondo, si hay suerte, las montañas recién nevadas de los Pirineos. Mis ojos cruzan el valle del Ebro de punta a punta y me hacen sentir afortunada de sentir esa inmensidad. Si giro la vista siguiendo el círculo, llego a las estribaciones de los Puertos, y allí están, parpadeantes, gigantes, amontonadas… las estacas de los molinos de la Terra Alta.

Entonces me entra el miedo y dejo de mirar. Las palabras que las comerciales de Forestalia dijeron el 18 de septiembre vuelven una y otra vez a mi cabeza: «Tenemos acceso. En 15 días saldrá publicado en el BOE el procedimiento de administración a trámite. El MITECO evaluará la bondad de la documentación aportada. Obtendremos la declaración favorable de Impacto Ambiental y en marzo de 2023 el proyecto constructivo. En noviembre de 2025 tendremos nuestros parques en funcionamiento». Cantos de sirena para quien ama por encima de todo el dinero.

El 22 de diciembre, un poquito más tarde de lo amenazado, se publicó en la página del Ministerio el proyecto de Forestalia. El día 7 de enero, en el BOE. Desde entonces la tensión es máxima. En el documento se confirman nuestras sospechas: a Valjunquera (como a Mazaleón) le toca el gordo: 15 molinos de tres parques diferentes distribuidos por varias partidas del término municipal, líneas aéreas y soterradas, ubicaciones en yacimientos arqueológicos de etapa íbera y en líneas defensivas de la Guerra Civil. Todas las ubicaciones están en alto, en las zonas de paso de las aves rapaces más preciadas del lugar. Mi amigo el busardo tiene los días contados.

Cualquiera que vea el proyecto en su conjunto se dará cuenta de que los 7 «parques» podrían perfectamente ser uno, porque siguen una línea desde la vertiente izquierda de la N-232 hacia el Ebro, cosiendo el lindero entre el Matarraña, el Bajo Aragón y la zona de Maella. Fragmentarlo en «mini-parques» de 49.5 MW es solo un trampantojo, un esperpento que distorsiona la realidad para que se cuele por los entresijos de la administración. A nosotros nos toca Cretón (un héroe que murió en la guerra de Troya), Odiseo (que es Ulises) y Menecio (padre de Patroclo, el compañero de Aquiles). Con tantos héroes, cualquiera dirá que en vez de un proceso de colonización y extractivismo energético, estamos metidos en una de esas historias legendarias de gloria y eternidad para los que mueren por una buena causa. Ojalá no sea nuestra tierra o nosotros mismos a quien les toque esa parte…

Porque la verdad es que los vecinos estamos ya cansados de esta odisea particular. ¿Qué más tenemos que hacer para que nos respeten? Votaciones, alegaciones, manifestaciones, campañas mediáticas… mucha carga para unos simples trabajadores, madres y padres de familia, dueños de comercios, agricultores, jubilados… habitantes todos de este mundo rural maltrecho, pero civiles al fin y al cabo. No queremos ser héroes, queremos que nos respeten y que nos dejen vivir en paz. Un escudo administrativo nos protegería bastante, una legislación medioambiental clara frenaría la incertidumbre y la desazón de vernos continuamente expuestos a corazón abierto. Y, sin embargo, aquí estamos de nuevo, denunciando lo que a nuestro juicio nos parece una barbaridad, una injusticia, un abuso de unas empresas extremadamente osadas.

Esperanza Miravete. Asoc. Gent del Matarranya