A esa tierra oscura, sin pecado y sin redención, donde el mal no es moral, sino un dolor terrestre, que está para siempre en las cosas, Cristo no bajó. Cristo se detuvo en Éboli».
Es para mí una gan satisfacción, impenitentes lectores, el poder recomendaros esta semana una pequeña joya de la Literatura universal de todos los tiempos. Una de esas obras que se quedan grabadas a fuego en la memoria de todo aquel que ha transitado por sus páginas. Y, aunque escrita en 1945, una obra atemporal que, lamentablemente, pudiera estar de actualidad en cualquier época de la humanidad: «CRISTO SE DETUVO EN ÉBOLI». Todo ello gracias a la labor de Pepitas de calabaza, una de las pequeñas editoriales actuales que más me encantan y que ha añadido a la nueva edición dos apéndices de Sartre e Italo Calvino.
El autor de este descomunal libro fue el turinés CARLO LEVI (1902-1975), intelectual de origen judío que fue médico, periodista, político, pintor y uno de los escritores italianos más notables del siglo XX. Por su oposición al régimen de Mussolini fue encarcelado varias veces y, finalmente, desterrado a una zona rural en el sur olvidado de Italia.
Y en ese lugar «hecho con los huesos de los muertos», descubrió un mundo que no parecía pertenecer a su tiempo: un lugar aislado de toda civilización y habitado por una sociedad campesina donde la tradición, la magia y la superstición constituían una forma de vida tanto o más cabal que la que hasta entonces había conocido, y donde sanadores de cerdas, bandidos, sepultureros encantadores de lobos, vírgenes negras y ángeles jorobados convivían con las figuras más recalcitrantes de la sociedad taliana mussoliniana. Gagliano, Grasano, Matera…, poblados de casuchas miserables donde las personas y los animales duermen juntos, y donde pareciera empezar el mismísimo infierno del Dante.
A camino entre el diario, la reflexión moral e histórica y el retrato social, esta obra es una oda deslumbrante a la belleza de lo sencillo, a la poesía de la miseria, a la grandeza de lo cercano, un viaje en el tiempo a una tierra en la que una población azotada por el paludismo vivía en condiciones de extrema pobreza y atraso, literalmente dejada de la mano de Dios. Por todo ello, el autor/narrador no tuvo más remedio que volver a practicar su ya abandonada profesión de médico; lo que le convirtió en un verdadero benefactor, respetado por los ancianos, amado por los niños y ansiado por las mujeres.
uando llegó el momento de su indulto por el régimen, esos seres preñados de tristeza y agradecimiento a la vez, le ruegan que se quede. Él les promete regresar, pero no puede cumplir la promesa. En su lugar, decidió hablar por ellos y escribir esta historia, una de las más bellas y conmovedoras que se conocen.
Para toda aquella gente, Cristo se detuvo en Éboli, allí donde el camino y el tren abandonan las costas y el mar de Salerno, donde comienzan las desoladas tierras de la Lucania. Y esta es la historia de esa tierra y esas gentes que nos cuenta LEVI, en donde parece recordarnos que existen enormes espacios de egoísmo e ignorancia en las sociedad humanas. Y sólo el enorme respeto a la vida, a toda vida que, de vez en cuando, alguien como LEVI demuestra, puede hacernos seguir confiando.
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz