En casa de Rubén Vidal (Alcañiz, 1970) decenas de músicos aguardan a salir. Están confinados en los lienzos en los que fueron creados por el artista y que esperan a que la incógnita se despeje para ser expuestos. Todos tienen su versión en carne y hueso, confinada -esa sí- cada una en su casa. Rubén vive en Berlín. Llegó a la capital alemana hace ya una década junto a su pareja, también española. «Madre mía, pero ¿tanto tiempo ha pasado?», se pregunta sorprendido cuando repara en que apareció en esta contraportada como primer protagonista de «Bajoaragoneses por el Mundo». Aquello fue el 4 de octubre de 2013. En este tiempo, su producción artística ha ido en aumento, así como la familiar, con dos niñas con las que en estos días de confinamiento Rubén pasa más tiempo del habitual. «La parte positiva de esta situación es poder disfrutar de ellas», dice.
Desde que llegó, Rubén trabaja en casa en una habitación que habilitó como estudio, la mejor decisión tanto por agilizar movilidad en una ciudad grande con inviernos fríos, como por economía. Ahí ha dado vida a la última serie pictórica, la dedicada a los músicos («musicians») y que iba a inaugurarse el 13 de marzo. Comenzó con ella hace años y ha ido alternando con otros proyectos, pero es muy especial porque él mismo está muy ligado a la música. De hecho, fue propuesto para esta sección por el director de la Escuela Municipal de Música de Alcorisa, Víctor Monzón. «Nos conocemos de toda la vida por los estudios en el conservatorio», apunta Vidal, que toca el violín y es integrante de un coro profesional en Berlín.
En Alemania la música es parte del crecimiento personal desde la infancia. «Aquí todo el mundo sabe tocar un instrumento y tienes que tener cuidado de lo que presumes porque hay que demostrarlo y el nivel de cualquier persona aquí es muy alto», añade. «Aún recuerdo cuando llegué y escuché en un concurso de la radio que el premio era una funda de violín, ¡eso lo dice todo!», ríe.
«Skizzierte Töne», en espera
La manera que encontró para unificar sus pasiones fue esta serie sobre los músicos. Pinta al natural, así que, solicitó permiso para presenciar los ensayos -no quería conciertos encorsetados- de las cuatro óperas de Berlín de donde extrajo apuntes, bocetos y sensaciones. Además, por su casa fueron pasando músicos de primer orden internacional. La exposición se llama «Skizzierte Töne», un juego de palabras que viene a decir «tonos abocetados». Estaba lista para verse en una sala de conciertos y el día antes de colgar los cuadros, anularon. En su página web hay buena muestra de ella y de todo su trabajo. También quedó aplazada la presentación del libro del poeta zaragozano y amigo, Ricardo Díez Pellejero, del que ha hecho la contraportada echando ingenio a base cámara web.

En Alcañiz su paleta se acomodó a unos colores «con cielos altos y luminosos», en América, se «encendieron» hacia algo más «popista» y en Alemania, la paleta se aclaró mucho. «Acabo de hacer un retrato con el fondo negro y estoy pintando en formato más pequeño quizá por sensación de recogimiento… No sé hacia dónde seguiré pero, como ves, todo influye», añade. No descarta tampoco regresar a la escultura aunque la infraestructura ahora no acompaña. «Para mí es regresar a lo primitivo, a la esencia de las Artes. La escultura es como el tambor, que marca el ritmo en la música», dice.
Para Rubén, la Noche de Tambores es la gran cita del año y por varios motivos. Da gracias por un confinamiento que le ha pillado bien rodeado de su mujer, sus hijas y sus suegros, que viajaron desde Madrid para la exposición y entre todos decidieron que era mejor quedarse. Pero regresar a Alcañiz esa noche supone la reunión anual con el origen y con la familia en la que tanto piensa en estos días. «Aquí podemos salir a la calle y las normas han sido más suaves. Pienso en ellos… Pienso en mi padre, que es mi crítico y consejero. Las tecnologías nos hacen esta situación menos severa pero él no se lleva especialmente bien con ellas», sonríe. Un tambor improvisado con dos palillos y un par de congas sonaron en Berlín en Semana Santa. «¿Que a qué hora? Pues a las convocadas: el viernes a las 13.00 y el sábado a las 18.00», ríe.