Víctor Monzón (Alcañiz, 1977) dirige la Escuela Municipal de Música de Alcorisa desde hace 17 años. En 2003 accedió a la plaza después de un tiempo recorriendo varias localidades dando clase. El año pasado, la banda sopló las 30 velas de aniversario y en las fiestas de septiembre lo celebraron dando el pregón. La cultura en general y la música en particular forman parte activa de la vida de Alcorisa. «Estoy muy a gusto en la escuela, el pueblo es muy participativo siempre en todo», dice. De hecho, toma el testigo en esta sección de la andorrana Eloísa Pilar Lombarte, directora de la Coral Alcorisana hasta hace unos meses, con la que ha trabajado estrechamente durante más de una década implicando a ambas formaciones. «Siempre hay ideas y propuestas entre asociaciones y el pueblo. Además, propones lo que sea y saldrá adelante… Yo creo que nunca me han dicho que no a nada», ríe.
Este jueves hubiera sido uno de esos días grandes de presentarse ante el público con la celebración de San Jorge. Son tiempos excepcionales con un estado de alarma que nadie preveía, por lo que habrá que esperar. «Se han caído citas. Este sábado pasado hubiéramos tenido concierto de «Subrayado de verde» y en junio en Andorra se celebra el encuentro de bandas que me temo que se aplazará», lamenta. «Ahora nos toca hacer otras cosas y seguimos ensayando y haciendo lo que mejor sabemos desde casa», añade. Las clases también las imparte desde casa, algo que hablando de música se complica un poco más. «Nos movemos entre videollamadas, que a veces no son lo más idóneo por sonido, y los vídeos que nos grabamos y compartimos en Drive», cuenta. Forman parte de la Escuela nueve profesores y alrededor de 80 estudiantes. «Una escuela de música en una población de 3.000 habitantes significa mucho, aporta un enriquecimiento vital muy importante para el alumnado y la sociedad. En estos días se está valorando mucho la música y me encantaría que ese sentimiento no cambiase cuando esta situación termine», reflexiona.
Tampoco le importaría que este interés se traduzca en más recursos económicos, una justa consideración en los currículos escolares y más oportunidades con más escaparates y escenarios. «Hay gente muy interesante en el territorio pero vivir de la música, o eres famoso, o no es posible. Hasta hace unos años al menos había más movimiento con programaciones de grupos locales, de encuentro…», reivindica. En el centro tienen cabida enseñanzas desde música tradicional hasta viento, pasando por percusión, cuerda o lenguaje musical, entre otras. Él además forma parte de varias agrupaciones muy variadas. «Subrayado de verde»; «Donax Trío», de música antigua; «Dulzaineros del Guadalope»; en algunas ocasiones la Lira Alcañizana y la Orquesta de Cámara del Bajo Aragón (OCBA). «Se compagina porque la música es tu oficio pero también lo que te apasiona», sonríe. Es parte de «La Europa del Aborigen» con Pedro Mata y Víctor Guíu, colectivo de poesía, fotografía y música que deja su sello también en La COMARCA con sus «Fotopoemas». Así entiende el arte, de forma multidisciplinar, por lo que propone para la próxima semana a su buen amigo, el pintor alcañizano, Rubén Vidal, afincado en Berlín.
Al fagot por el camino del clarinete
Toca el fagot, instrumento que empezó a estudiar hace ocho años pero siempre ha sido de clarinete. «Era un niño cuando pedí a mis padres que me apuntaran a música. Me llamó la atención por algún motivo», cuenta. Sus padres ya tenían relación con la música y su tío Ismael tocaba en la banda de Alcañiz pero asegura que eso no fue determinante. «Podía haber sido algo pasajero pero no, empecé y me gustó aunque hubo momentos críticos en la adolescencia», recuerda. Apunta al sacrificio que conlleva una carrera musical que terminan siendo estudios de 14 años. «Acabas con la misma edad que otras carreras pero empiezas muy joven y cuando tus amigos salen y tú no puedes porque el sábado tienes ensayo o actuación… Vienen las dudas», sonríe. Superada esa etapa vio que la música era lo que llenaba y decidió encauzar sus estudios por ese camino en los conservatorios de Alcañiz, Zaragoza y Castellón.
En la capital aragonesa pasó por la Sinfónica de Aragón o la formación de la universidad, dando pasos en los que se ha ido encontrando y reencontrando con gente y los hechos hablan por sí solos. «Los clarinetes nos sentamos al lado del fagot y al compañero siempre le preguntaba dudas, me interesaba mucho el fagot», rememora. Hace ocho años, cuando ese compañero apareció en Alcañiz para dar clase en el Conservatorio, se le abrió su gran oportunidad. «Tenía plazas y después de tanto tiempo interesándome por el fagot, me dijo que fuera a clase con él, que al fin era mi oportunidad, y allí que fui a aprender con él», ríe.