El Muro del Dragón es una formación geológica ubicada en los Alpes, precisamente la que preside desde la distancia esta historia y la que, como una divinidad de la épica clásica, parece acoger sus acontecimientos centrales dentro de un relato portentoso y, verdaderamente, de muy alta literatura. Su autor, ARNO GEIGER, es uno de los más destacados narradores actuales en lengua alemana; uno de los más traducidos, uno de los más galardonados y, sin duda alguna, uno de los mejores escritores que ahora tenemos en el Viejo Continente…
Su última novela -esta que hoy os recomiendo encarecidamente-: «BAJO EL MURO DEL DRAGON», es una de esas joyas que alcanzan las librerías españolas gracias al oficio de algunas editoriales independientes (los grandes grupos editoriales están ocupados en invadirlas de insípidos Best Seller).
El relato lo lleva a cabo el soldado de la Wehrmacht Veit Kolbe, quien para convalecer de las heridas sufridas en el frente se refugia en la pequeña localidad de Mondsee. Estamos, pues, en el otoño de 1943 y las tropas nazis comienzan a ceder terreno ante el empuje del Ejército Rojo; estamos, también, en la Austria anexionada al Tercer Reich llena de partidarios del Führer, nunca nombrado como tal en la obra. Y así, el inagotable tema de la II Guerra Mundial es revitalizado al concretarse en el preludio de la derrota, el absurdo de la lucha y el rico ecosistema de personajes que Veit encuentra arrinconados en este lugar por su afecto o desafecto al nacionalsocialismo y que, con el devenir de la guerra y de los capítulos, experimentarán profundos cambios en su pensamiento y forma de obrar.
En ese pequeño pueblo, cobijados bajo el gran Muro del Dragón, lugareños y refugiados llevan una extraña vida «normal». Las chiquillas del campamento de deportadas marchan cada día en formación, cantando sin cesar tras su bonita y esquiva maestra. Robert, el brasileño, cuida de su invernadero mientras maldice a Goebbels y sueña con regresar a Río. El y su vecina Margot -una joven con un bebé y un marido en el frente al que apenas conoce-, serán el salvavidas emocional de Veit, quien poco a poco irá volviendo a la vida tratando de sobrellevar su inminente vuelta al frente.
A través de las cartas de los familiares, de la radio que nunca descansa, de las visitas médicas de Veit a Viena y de sus terribles recuerdos de la guerra, la novela se convierte en una magistral crónica, recóndita y minuciosa, de la devastación humana en esos tiempos terribles. Una obra opresiva e intensa, absolutamente viva, que, gracias al genio de GEIGER, se convierte en un canto al amor y al valor de las pequeñas cosas. Una obra que por su ritmo, por su profundidad de análisis y el ansia de trascendencia de unos pasajes memorables, nos trae al recuerdo a Tolstoi, a Thomas Mann o a Joseph Roth.
No hagáis caso, olvidaros de las sonrojantes listas de los libros más vendidos; estamos, sin duda, ante uno de los acontecimientos literarios del año.
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz