Para ayudar a conmemorar este Día del Libro que se nos avecina, me gustaría acercaros, amigos lectores, una historia muy especial que ha urdido la norteamericana JANET SKESLIEN CHARLES, acerca de una historia verdadera que gira y transita por los anaqueles de una famosa biblioteca.
Creada en 1920 durante la Gran Guerra para enviar libros a los soldados que estaban en el frente, la Biblioteca Americana de París tuvo también un decisivo papel durante la Segunda Guerra Mundial, hasta el punto de convertirse en un pequeño foco de resistencia ante la barbarie nazi. Baluarte del conocimiento y sinónimo de la libertad de ideas esta Biblioteca se convirtió en una de las escasas ventanas abiertas a la cultura durante la ocupación alemana. Gracias a la heroica labor de las personas que allí trabajaban nunca llegó a cerrar sus puertas y sus fondos siguieron circulando pese a la prohibición de los jerarcas nazis. Fueron, en definitiva, héroes anónimos que pusieron sus vidas en peligro por un ideal: el libro, la cultura.
Entre ellos la directora Dorothy Reeder, que se negó a abandonar Francia cuando las autoridades se lo recomendaron, o el librero de origen ruso Boris Netchaeff, que recibió un disparo durante una inspección de la Gestapo y vivió hasta los 80 años con un solo pulmón (eso sí, sin dejar de fumar). Así, pese a que en 1939 los nazis había destrozado la biblioteca polaca o la rusa, la americana trató de continuar por todos los medios.
La novela sigue, pues, la historia del París ocupado a través del personaje principal: Odile Souchet, que acaba de hacer realidad su sueño: trabajar como empleada en la Biblioteca Americana de París, un lugar frecuentado antaño por grandes escritores y en cuyas salas se preserva una de las mayores colecciones de la literatura universal. Pero la guerra lo cambia todo. Ante el asedio nazi, Odile se expone a perder aquello que más le importa, incluida su querida biblioteca, y para impedirlo decide unirse a la Resistencia y hacer lo que sea para garantizar que los abonados, incluso los declarado indeseables, sigan teniendo acceso a sus tesoros, aunque eso implique cargar con una culpa que le oprime el corazón y que sólo ella conoce.
Un secreto que, cuarenta años más tarde, depositará en manos de la joven Lily con el propósito de inculcarle el amor a los libros, auténticos faros cuya luz es un rayo de esperanza que ilumina el camino en los momentos de mayor adversidad.
Al acabar la guerra, la Biblioteca logró salir adelante gracias al patrocinio de millonarios anglófonos, miembros de la aristocracia y escritores comprometidos como Edith Wharton, que no es el único que aparece en la novela.
Ernest Hemingway era un abonado asiduo, así como Henry Miller, de quien las fichas de préstamos muestran que tenía una pequeña afición por robar libros.
Hoy, en un edificio moderno cercano a la Torre Eiffel, sigue abierta esta Biblioteca acogiendo a lectores de todo el mundo. Proclamando a los cuatro vientos el inmenso poder de los libros.
Estamos ante una obra inteligente y emotiva. Ante una historia de amor y coraje. Ante una época extraordinaria contada a través de los ojos de una bibliotecaria excepcional.
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz