Casi todos estaremos de acuerdo, lectores amigos, en que la mayor parte de la llamada literatura postapocalíptica siempre suele contarnos cómo hemos llegado a una situación en la que no hay punto de retorno, para luego guiarnos en un relato sobre cómo sobrevivir en este nuevo escenario nada proclive a permitir la supervivencia (y me vienen a la memoria en un primer momento: «Soy leyenda» o «Mecanoscrito del segundo origen»). Sin embargo, no todos los libros transitan los mismos tropos. La novela que os recomiendo esta semana: «EL CIELO DE MEDIANOCHE» es una de esas rarezas que otorgan un enfoque novedoso a un tema artamente conocido. Lo que aquí importa no es el por qué de dicha debacle, sino cómo nos relacionamos entre nosotros después de que todo ha acabado. La importancia de las relaciones y la necesidad de saldar cuentas pasadas son la base sobre la que se construye esta atípica novela de adiós a un mundo que parecía eterno..
Sully forma parte de la tripulación de la «Aether», una nave espacial que tras regresar de una expedición a las lunas de Júpiter espera instrucciones para encaminarse a casa, a la Tierra. Sin embargo, la comunicación no llega, solo hay silencio. La moral de sus compañeros decae día a día, y ella no encuentra explicación a ese silencio que rodea a la Tierra. Por otro lado, Augie es un viejo astrónomo que vive en una estación científica en pleno Artico. Todos sus compañeros se han ido, pero Augie no piensa irse a ningún otro sitio. Hasta que aparece Iris, una niña que los que se fueron se han dejado atrás. A pesar de su avanzada edad, Augie tendrá que hacerse cargo de la pequeña e intentar hacer habitable el paraje más inhóspito el planeta, mientras intenta desesperadamente sacar de allí a la niña. Su única esperanza es una vieja radio, pero nadie recoge la señal… Estas dos historias construyen de forma paralela un relato sobre la superación y sobre el miedo a quedarse solos de la forma más reveladora.
LILY BROOKS-DALTON nació y creció en Vermont, rodeada de amplios bosques y montañas. Quizá por eso su capacidad descriptiva de la naturaleza sea tan increíblemente precisa y exuberante. Esta obra la ha descubierto como una novelista de un talento fuera de lo común, siendo traducida a más de una docena de idiomas. Su estilo es impecable, limpio, sin florituras, dejando que el paisaje hable por sí solo. Sus descripciones concisas nos explican la arquitectura emocional de los personajes, y es ahí donde la novela sobresale: en la búsqueda de la esperanza dentro de la voluntad humana, ajena a cualquier intento de devastación. Es al cuidar a otros cuando sacamos fuerzas para sobrevivir.
Esta es quizá una de las novelas más bellas de los últimos años sobre un mundo que se termina y que, pese a todo, merece la pena habitar.
Miguel Ibáñez – Librería en Alcañiz