«Tengo una voz. Es mi voz. He empezado a usarla y no voy a parar».
Esa voz es la de una niña. Que ella ha encontrado. Que está en su poder y que no quiere dejarla escapar. Porque la siente dentro de ella. Porque la hace feliz y ser escuchada. Pero no puede hacerlo porque es una niña. Y las niñas no hacen las cosas que hacen los niños. No tienen las mismas oportunidades que ellos. Por lo menos en el siglo XVI. Pero esta vez, ella, la niña, no está dispuesta a que esto suceda así.
Bueno, igualitarios lectores, vamos a conocer a Ellyn, que es una niña y sabe muy bien qué significa serlo. Ella nos va a hablar en una primera persona tierna, inocente (pero no tanto). Y lo va a hacer a través de una larga carta destinada a su hermana Agnes, una bebé que es su única alegría y que, como ella, también tiene el pelo rojizo. Pero, sobretodo, lo va a hacer para decirle que, aunque sea un niña, va a poder hacer todo lo que se proponga, aunque sea a costa de…
Inglaterra, 1573. Los días de la pequeña Nelly transcurren trabajando de sol a sol en la humilde granja de su familia, paleando las heces de los animales y recibiendo los menosprecios y golpes de su hermano Tomas. Desde que su padre quedara inválido en un accidente, y tras la llegada de una nueva hermanita, todos han de deslomarse aún más para asegurar el sustento. Es una vida de miseria y privaciones, de brutalidad e inmundicia.
Todo dará un vuelco inesperado el día en que Ellyn acude al mercado y, empujada por la curiosidad, entra en una iglesia vacía y escucha un canto como jamás había oído antes, un canto que la estremece, que la hace flotar. Desde ese preciso instante comienza a crecer en su interior un poderoso deseo: ingresar en la escuela de canto, donde los niños aprenden a cantar, pero también a leer y a escribir, un lugar donde nunca se pasa hambre y al que, sin embargo, las niñas tienen vedado el acceso. La determinación por cumplir su sueño llevará a Elly a rebelarse: a cortarse el pelo, a esconder los pechos, a vestirse con ropas anchas, de chicos. Pero ¿cuánto tiempo podrá mantener el engaño?, ¿cuánto podrá soportar esas ataduras impuestas a la verdad de su cuerpo?
Escrita sin casi signos de puntuación, utilizando de manera abusiva y maravillosa la conjunción «y», que aporta un ritmo expectante a la narración, y con un formidable talento para reflejar el habla de una niña criada en un entorno rural y transmitir con ese lenguaje tan personal una energía y una visión de las cosas de enorme aliento poético; la escritora británica NELL LEYSHON nos trae su nueva y maravillosa novela: «LA ESCUELA DE CANTO»: el camino sin vuelta atrás de una chica analfabeta que descubre que el mundo es mucho más vasto de lo que jamás hubiera sospechado, un mundo bello pero injusto; un mundo que es preciso cambiar, sea como sea, para legárselo a aquellos a quienes más amamos.
LEYSHON ya nos tenía acostumbrados a la hermosura de su escritura: a hacernos creíbles las emociones más extremas de sus personajes y, pese a la crudeza de sus historias, a plasmarlas con una sensibilidad inequívocamente poética. Solo recordar esa delicia que es «El color de la leche».
Sin embargo, creo que «LA ESCUELA DE CANTO» supera todas las expectativas que podíamos esperar de ella. Es una pequeña obra maestra.
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz