Una vez había un hombre que despreciaba a su hija». Así, fieles lectores, con un comienzo como si de un cuento se tratara, da inicio esta bella, inquietante y extraña novela que lleva por título: «JUNIL EN TIERRA DE BÁRBAROS», y que ha merecido el premio Ómnium a la mejor novela del año. Su autor: JOAN-LLUÍS LLUÍS, nacido en Perpiñán pero de lengua y escritura catalana, es uno de los autores más inquietos de la actual literatura. Inquieto porque en sus obras se deleita amasando la pasta literaria, arriesgando siempre con recetas frescas y atrevidas; cambiando de épocas, de estilos y géneros, esquivando cualquier tipo de contención que pudiera desviarlo de su afán de acoger en su escritura todo lo que sea Literatura.
Y en esta vorágine creativa nos llega ahora esta aventura cruda y contundente, aunque también esperanzadora, protagonizada por Junil: una joven menospreciada y violentada por su padre que, en los límites del imperio romano y en los albores del siglo I, se ve obligada a trabajar duro encolando papiros en la librería de su padre, pero que, también, aprende a leer y a amar la poesía a la sombra de su desprecio.
Una vez muerto el padre, y por esa precisa razón, Junil emprende una huida a pie con tres amigos esclavos. Y así la novela cambia de registro, la opresión y encerramiento inicial da paso ahora a la libertad, a la aventura. Huyen hacia el norte, hacia tierras de bárbaros, donde los dioses y las lenguas varían, donde aprenden a ir a tientas por el mundo: «cuatro naúfragos que tienen, para ir avanzando, el miedo a morir y un cierto deseo de dignidad»; y un impulso que los mueve, que los guía, cifrado en los versos de un poeta que Junil no se cansa de recitar a lo largo del viaje: Ovidio, que, como ellos, también ha tenido que huir, desterrado por órdenes del emperador y que es, en última instancia, el objetivo final del viaje: encontrarlo, reunirse con él.
Detrás de esta huida -una alegoría del camino hacia los ideales de acogida y libertad-, se esconde también un viaje al corazón del lenguaje. En su periplo, Junil y los suyos se cruzan con pueblos que todavía no conocen la escritura y el lector vive, a través de sus ojos, la maravilla que supone poder fijar las palabras mediante unos signos que perduran, y por extensión las historias, que se propagan gracias a esa escritura. La novela es, también, un canto a favor de las lenguas y la diversidad de las mismas y, por lo tanto, de la diversidad del pensamiento.
Esta obra, desconcertante y maravillosa, situada hace dos mil años en un lugar indefinido del imperio romano, que trata sobre el exilio, sobre el destierro, sobre la compañía y la solidaridad, sobre la importancia de los cuentos y las fábulas, de la escritura, del lenguaje, de la poesía… es una oda a la imaginación: una gran y esplendorosa novela de aventuras, con las peripecias como lenguaje y la extrañeza como condición.
Miguel Ibáñez