Cuatro de la madrugada (comienza su crítica Ramón González Férriz): 35 grados bajo cero. Un hombre de mediana edad, escritor sofisticado y de éxito, que soñaba en las terrazas de París con cambiar de vida, se despierta en las montañas del Tíbet. Para no congelarse, se viste dentro del saco; sus compañeros lo han hecho más rápido y ya están en pie. Al final, sale de la tienda, aliviado por ponerse finalmente en marcha. ¿El objetivo del día? No mucho más que mirar animales.
Pero mirar animales es un asunto serio. Al menos, tal como lo cuenta SYLVAIN TESSON en «EL LEOPARDO DE LAS NIEVES», editado por Taurus. Hastiado de la vida urbana, de las formas extrañas y agobiantes que ha adoptado la modernidad, TESSON acepta la invitación de Vincent Munier, un fotógrafo de la naturaleza que le propone ir al Tíbet en busca de un animal «que persigo desde hace seis años (…) El leopardo de las nieves». «Creía que había desaparecido», le responde TESSON. «Eso es lo que quiere que creamos», le dice el fotógrafo.
Munier es un tipo peculiar, según el retrato del libro. Los científicos que ven el mundo natural en términos de estudio, datos y clasificación, le desprecian. «No le importa tanto el conocimiento como la poesía», dice TESSON. Es un ser «que nunca eleva el tono de voz, para no asustar a los gorriones».
TESSON también es un tipo peculiar. Es uno de los escritores más aclamados y queridos de Francia, también uno de los más abiertamente conservadores. Autor de varias novelas, relatos y ensayos (muchos publicados ya en España), detesta el mundo moderno, cree que los humanos no solo se equivocan al vivir como lo hacen, sino que su confianza en la ciencia y la tecnología les hace ser arrogantes y estúpidos. En este libro -como todos los suyos, sobre todo el anterior «Un verano con Homero», encantadoramente desordenado, poético y caprichoso-, TESSON mezcla los géneros sin ningún pudor: relato de viajes, de conocimientos, de pensamientos…, de filosofía de la espera. Porque esa es la acción, la trama de este relato. Para disfrutar durante unos segundos del majestuoso paso del leopardo, hay que permanecer inmóvil treinta horas a treinta grados bajo cero. Y es, pues, la expectación ante el improbable encuentro, lo que hace que se despierten en él, contagiándolos al lector, poderes latentes como la capacidad de atisbar lo invisible, una sosegada espiritualidad y, sobre todo, la paciencia, «virtud suprema, la más elegante y la más olvidada».
Además de llevarnos a esas tierras elevadas desde la que contemplar la frágil belleza de la Tierra, TESSON nos seduce con sus meditaciones sobre el mundo actual (a menudo llenas de humor), y nos invita a suspender el tiempo y a permanecer atentos: «Lo imprevisto nunca viene a nuestro encuentro, hay que acecharlo en todas partes». Y bien, amigos lectores, creo sinceramente que esta delicia de relato: intenso, sabio y sensible, creo que es el antídoto perfecto contra el frenesí y la desorientación contemporánea.
Miguel Ibáñez – Librería en Alcañiz