Bueno, ya que estamos a las puertas de la celebración del Día Internacional de la Mujer, bien estará que este espacio se sume a dicha celebración en la medida de sus posibilidades. Para ello he decidido, y gracias a una novedad publicada por la editorial Siruela, acordarme de aquellas primeras escritoras que, sin grandes aspavimientos y alharacas, supieron contribuir a sentar las bases de la defensa de la dignidad, la inteligencia y el potencial humano de la mujer durante lo que se llamó la primera ola feminista.
El libro en cuestión se titula: «SI LAS MUJERES MANDASEN», y su edición ha corrido a cargo de María Casas Robla. Ella misma nos cuenta que en la zarzuela «Gigantes y cabezudos», cuya protagonista es una mujer cuyo analfabetismo provoca el enredo amoroso de la opereta, se canta una famos jota que dice: «Si las mujeres mandasen / en vez de mandar los hombres / serían balsas de aceite / los pueblos y las naciones». En verdad que esto no es muy constatable, pero también es verdad que las oportunidades que han tenido las mujeres para demostrarlo han sido bastante escasas. Las mujeres del mundo occidental no fueron ciudadanas de pleno derecho hasta la primera mitad del siglo XX, y la educación necesaria para llegar a serlo les fue negada sistemáticamente durante ese periodo.
Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, las mujeres que ejercieron libremente como escritoras no pasaron de ser ejemplos aislados. Pero, a finales de ese siglo, la Ilustración había ya enarbolado las banderas de la libertad y la igualdad, y había convencido a las mujeres de que su momento había llegado. Esas mujeres, o la mayoría de ellas, no se consideraban feministas, muy pocas fueron militantes activas de alguno de los movimientos que ya surgían, pero está claro que todas contribuyeron a que podamos entender por qué el feminismo se convirtió en un movimiento tan sólido a través de tantos años.
En este libro vamos a encontrarnos a escritoras tan grandes como Jane Austen, George Sand, Mary Shelley, George Eliot, Louisa May Alcott, Kate Chopin, Edith Wharton, Virginia Woolf, entre otras; y nuestras Rosalía de Castro, Fernán Caballero y Emilia Pardo Bazán.
Algunos de estos relatos muestran las restricciones que le impiden a la mujer formar parte activa de la sociedad civil; otros satirizan hasta provocar la carcajada la simpleza de aquella sociedad eminentemente masculina; pero la mayoría son bellísimos relatos que, bajo pequeñas historias de la vida cotidiana, ocultan un análisis certero de la sociedad en general; e incluso hay alguno utópico en el que se muestra qué sería del mundo si las mujeres mandasen.
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz