Los vecinos se preguntan si el dispositivo era el necesario y si el detenido está vinculado a los robos de noviembre
Lunes, once de la mañana. Luce el sol y eso ayuda a templar el frío de un 18 de diciembre en Albalate del Arzobispo. El pueblo trata de recobrar la normalidad después del triple asesinato de la tarde del jueves. Este fue el desenlace de una historia que comenzó, al menos, a finales de noviembre con robos en masicos y que siguió el 5 de diciembre con un tiroteo con dos heridos. Hechos que podrían estar relacionados.
Entre los que tratan de volver en sí están los residentes a las afueras del pueblo, como pueden ser los Pequerul, una familia que en la madrugada del 11 de diciembre se topó con un individuo en su casa a las 2.33 de la madrugada. La vivienda está ubicada en La Marina en dirección a Andorra.
«Mi padre escuchó el ruido de un cubo movido por una patada o un tropiezo seguido de un carraspeo», cuenta Vanesa Pequerul. «A sus 72 años, el hombre se levantó de la cama y vio por la ventana a un hombre de cintura para arriba que trató de esconderse. Mi padre es cazador, se giró para coger la escopeta y al volver a la ventana esa persona salió huyendo», cuenta.
Había cuatro personas durmiendo, entre ellas, Vanesa que fue la que llamó a la Guardia Civil. «Vinieron 33 minutos después, algo que no me sorprende. Hacen lo que pueden pero creo que hay falta de medidas de seguridad cuando sabían que había una persona suelta desde el primer tiroteo del día 5. Solo había en ese momento una pareja de la Guardia Civil que bajaba de Andorra y entiendo que le costase media hora», cuenta.
Se recomendó a la familia ir a dormir al pueblo unos días. «Es lamentable que tengas que dejar tu casa porque, además, eso puede atraer a ladrones de otro tipo. Estamos desprotegidos, como en Sanidad, por ejemplo, que el médico tarda también media hora desde Híjar. Antes estábamos mejor, vamos para atrás», añade.
En la huerta de la familia todavía se pueden ver pisadas de una talla de pie de considerable envergadura con pasos muy largos. En este caso, no echaron nada en falta, ya sea porque al intruso no le dio tiempo o porque cruzaba de paso. «Tampoco sabemos si era él porque era de noche pero sorprende que hubiera una persona aquí a esas horas. Los vecinos siempre dudamos de que el asesino se hubiera ido tras el primer tiroteo», asegura.
La casa está a solo un kilómetro en línea recta del lugar del masico en el que Manuel Andreu y Manuel Marcuello fueron heridos en la tarde del martes 5 de diciembre. Según algunos vecinos, el pistolero podría haber dormido la misma noche del primer tiroteo en un masico cercano a solo 150 metros. Está deshabitado durante buena parte del año pero hay una persona a su cargo, la misma, que según cuentan se encontró con que alguien había entrado por una ventana, comido frutos secos en el interior y dormido.
Escondido en las inmediaciones
La mancha de delincuencia comienza a extenderse, al menos, 12 días antes al 5 de diciembre. En esos días, como ya informó La COMARCA, en Albalate se registraron varios robos o intentos. Algunos en la zona de San Antonio, a la otra orilla de la A-223. En una de las casas entraron y mataron un perro con un palo, además de llevarse mantas. De otra finca se llevaron botellas de coñac u otro tipo de alcohol. Una decena de masicos resgitró una oleada de robos en una noche. Entre ellos, el de Mariano Abad, vecino de Albalate. «A mí no me robaron pero en el de mi suegro se llevaron un pantalón y una radial», explica.
Que fueran tantos masicos forzados en la misma noche de finales de noviembre y que no se llevaran cosas de valor es lo que llamó la atención. «Creíamos que eran los clásicos rateros de los que, además, estamos hartos», explica. «Jamás pensamos en esto, que parece la secuencia de una película», añade Abad, que además es sobrino de Manuel Andreu, uno de los heridos.
«Yo creo que sí buscaban al delincuente. ¿Que los medios eran los necesarios? No lo sé», reflexiona. De hecho, dice que todos los afectados por robos denunciaron y que la Guardia Civil «se tomó mucho interés, visitando la zona y tomando fotografías de todo», cuenta. En este sentido y dejando a un lado la tragedia, Abad se centra en el día a día y considera que las leyes para según qué hurtos «son muy blandas». Pide que se endurezcan. «Algo tienen que hacer, en algunos sitios han entrado tres veces seguidas», dice.
Entre la indignación y la resignación
En el centro de Albalate la vida trata de seguir en este mismo lunes 18. Además de Mariano, muchos vecinos tratan de seguir y los que acuden a comprar se mezclan con los que hacen recados y con los que pasean. El tema de conversación es uno. Y las preguntas, muchas. Demasiadas.
«Ya era raro que entraran a robar en tantos masicos pero como no se llevaban nada de valor parecía algo insignificante», comenta Mari Casorrán. Ahora se ve que eso, lejos de ser insignificante, parece que contenía la clave. Tras el primer tiroteo «no hubo recomendaciones» a la ciudadanía.
Ahora, lo que queda es impotencia. «La impotencia de que no se hiciera algo antes y queda dolor, mucho dolor». A la albalatina le cuesta aguantar la emoción, sobre todo, de una noche de jueves muy dura en la que su marido se topó con todos los coches de Guardia Civil a la carrera hacia el Saso.
La misma emoción que le cuesta aguantar a José Antonio Legua. Es lotero y andorrano y esta mañana está repartiendo décimos en establecimientos de Albalate. «La gente estaba cogiendo olivas como si nada. ¡Coño!, que nos lo digan, que somos los que vivimos aquí y tenemos hijos y familia», añade. Legua fue muy crítico. «Hasta que no ha sucedido una desgracia no han puesto los medios que deberían. ¿Por qué no hicieron antes la famosa operación jaula desde el día que pegan dos tiros en Albalate?», se pregunta. «No sé si sabían que era un tipo así, pero no puedo entender que nos dejen de la mano de Dios a nosotros, a José Luis y a los Guardias Civiles, que tampoco están preparados para hacer frente a semejante asesino», explica.
Avanza la mañana y a las dos de la tarde en la puerta del colegio, padres y madres esperan a sus pequeños. «Sentimos mucha tristeza y mucha inseguridad. Indignación porque las tres muertes se podían haber evitado y solo nos queda la resignación», explica Raquel Sos.
Lo mismo piensa Elisabeht Pastor, vecina para la que los robos deberían haber alertado más. «Estamos mal porque esto se podía haber evitado. No niego que la Guardia Civil estuviera trabajando y que no sabían a qué se enfrentaban. Pero eso es lo que provoca más consternación, porque ellos hacían su trabajo pero el que se debe hacer desde las delegaciones superiores se tenía que haber hecho cuando ya hubo sangre en su momento».
La misma opinión comparte Pili Ayuda mientras espera a su pequeño. «Creo que el dispositivo que se montó una vez asesinaron a tres personas, se tenía que haber montado antes», explica. Reconoce que entre un tiroteo y otro «había Guardia Civil, secreta, veíamos el helicóptero,… Pero es un psicópata y creo que, aunque se pusieron medios, faltaban muchos, las fuerzas no estaban compensadas». Asegura que los días entre un suceso y otro se vivieron con «mucho miedo», sobre todo, por falta de información. «Entiendo que es una operación pero eso nos creó más incertidumbre».
La noche del triple asesinato, los tambores actuaban en el Teatro Principal de Zaragoza en «Buñuel del deseo» a las órdenes de Miguel Ángel Berna. Entre ellos, los de Albalate y Calanda, lugar de procedencia de uno de los guardias civiles muertos. «Nos llegaban mensajes ciertos y la mayoría, bulos que crearon un caos total», denuncia.
«Este territorio está unido, ya sea por la jota ya sea por el tambor y el dolor es compartido», concluye la albalatina.