«Lleva el pelo blanco ondulado y peinado hacia arriba con elegancia, apartado de la cara, inmaculado, impecable. Sus labios color escarlata recuerdan a las bellezas de los años veinte de París…».
Bueno, curiosos lectores, este podría ser un primer acercamiento físico a la gran y fascinante escritora que esta semana os propongo que leáis (sacado de un prólogo biográfico de Joan Mellen). Pero conforme nos vayamos adentrando en su vida y sus inquietudes, nos iremos dando cuenta de la fuerte personalidad y fuerza interior que durante toda su existencia desarrolló. Me estoy refiriendo a la norteamericana KAY BOYLE (1902-1992): novelista, cuentista, educadora y activista política. Fue una de las víctimas del macartismo, que le quitó hasta su empleo de periodista, además de ser detenida y encarcelada dos veces. Aunque lo nunca pudo quitarle fue su voz luchadora por los derechos civiles y su preciosa y elegante escritura, de donde salió numerosos libros de poesía, cuentos, novelas, relatos infantiles…, hasta conseguir ser miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras.
Alguien la ha llamado la «deslumbrante escritora de la Generación Perdida», aquella que agrupó a escritores como Steinbeck, Dos Passos, Faulkner, Scott Fitzgerald o Hemingway (con quien ha sido comparada muchas veces), entre otros.
Entre la excelente prosa que BOYLE nos dejó hay una obrita de calidad suprema, una pequeña joya de la literatura que merece ser incluida entre lo mejor de su historia: «EL CABALLO CIEGO», que en estos días ha editado cuidadosamente la pequeña editorial Muñeca Rusa.
Ésta retrata a una familia en 1938. Y en ella nos escontramos a una joven que, casi en el momento de convertirse en adulta, le regalan un caballo castrado y repentinamente ciego. El regalo es de su padre, un artista culto y sensible que ha caído en los lazos del alcohol por culpa de su fracaso. Un personaje estraño y débil, pero que nos va a regalar algunos momentos memorables. La madre, de cracter fuerte y pragmática, que es la experta en caballos y la que trae a casa el dinero, está decidida a sacrificarlo, porque es un caballo que no sirve para nada y solo acarrea gastos. La hija, se encariña con el animal y trata de salvarle la vida enseñándole a manejarse pese a su ceguera.
Asistimos, pues, a una lucha triangular y casi freudiana que bien pudiera ampliarse al mundo entero: una lucha entre la utilidad y el romanticismo, entre los beneficios y los sentimientos, entra las obligaciones y la voluntad. Una brillante combinación de observaciones agudas, tensión «in crescendo» y conciencia moral: sencilla en la superficie y compleja en el fondo.
Esta novelita brillante, de prosa elaborada y emocionada (algunos la han comparado con Virginia Woolf), va ganando en nuestra admiración conforme se suceden las veces que la leemos. Y otra gran escritora: Katherine Anne Porter, dijo de ella: «Es el relato más cercano a la perfección que he leído nunca».
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz