Como ya sabéis, algunas veces y siempre que puedo -cuando sale al mercado alguna buena reedición-, me gusta volver sobre los clásicos, me gusta porfiar en recomendaros su lectura: en apasionaros por estos libros que, desafiando el paso de los siglos, siguen igual de frescos y actuales como cuando salieron de la pluma de su autor. Y ese es su misterio y su grandeza: su inmarcesibilidad.
Hoy, aprovechando la nueva edición que ha sacado Montesinos, me gustaría hablaros brevemente de una de las más grandes y más perfectas novelas de todos los tiempos: “CASA DESOLADA”, del genial CHARLES DICKENS. Esta obra -curiosamente una de las menos conocidas del autor- es para muchos de sus lectores y críticos, como Chesterton: “el punto más alto de la madurez de DICKENS”, su obra maestra.
Nos hallamos en un Londres dickensiano neblinoso y enfangado (ese que tanto hemos disfrutado con “Tiempos difíciles”, “La pequeña Dorrit” o “Grandes esperanzas”), novelas estas sociales y duras, novelas que en palabras de Bernard Shaw: “hicieron más por el socialismo que toda la obra de Marx”. Y a este grupo pertenece “CASA DESOLADA”, sólo que, además, a esta le añadió una buena dosis de misterio y de ese humor cínico que tanto le caracteriza. En este Londres, pues, un pleito se eterniza en el decadente Tribunal de la Cancillería. La anquilosada maquinaria judicial asiste al paso de generaciones, al enloquecimiento de algunos querellantes, al enmohecimiento de las posesiones y a la ruina material o espiritual de incontables individuos con una impasibilidad que llega a lo cruel. Tres serán los jóvenes que, junto a su bienhechor, habrán de ver el final de tan absurda acción jurídica. Pero antes de eso sucederán numerosas y dispares aventuras donde alterna el humor y la gravedad, gracias a un DICKENS que logra en estas páginas momentos inolvidables. Los juegos y las trampas de la intriga policial garantizan una enfebrecida lectura repleta de sobresaltos y sorpresas.
Yo ya no tengo mucho más que decir, sólo y como acertadamente subrayó Vladimir Nabokov, en unas páginas entusiásticas: “todo lo que tenéis que hacer al leer CASA DESOLADA es relajaros y dejar que sea vuestra espina dorsal la que domine”.