El día 28 de marzo de 1942 -setenta y cinco años de esta infausta conmemoración- se dejaba morir de pena y tuberculosis en la cárcel de Alicante MIGUEL HERNANDEZ GILABERT: el poeta pastor, el poeta del pueblo… Tenía sólo 31 años pero ya había escrito alguno de los poemas más hermosos de la lírica española.
Es tiempo, pues, de leer y releer a este gran poeta, de asombrarnos y admirarnos de su palabra, de su ritmo, de su compromiso… Y como seguramente, en estos días, las librerías se llenarán de poemarios, antologías y biografías suyas…; y podréis, de la mejor forma: leyéndole, rendirle vuestro pequeño homenaje…; no es mi intención el incidir en estos libros, sino recomendaros dos un poco diferentes, pero quizás los dos más entrañables y hermosos sobre MIGUEL HERNANDEZ que se hayan editado recientemente.
El primero es la reedición de un bellísimo álbum que Kalandraka editó en 2010, y que ya le valió el Premio Nacional en la categoría de Libro de Arte. Es una antología titulada: «25 POEMAS ILUSTRADOS», y cuyos autores son de los mejores dibujantes e ilustradores que tenemos actualmente: Miguel Calatayud, Gusti, Javier Sáez o Pablo Auladell (reciente Premio Nacional de Cómic), entre otros. El libro, en verdad, es una auténtica obra de arte donde texto e ilustración se fusionan en una armonía casi perfecta.
El otro libro que os quiero recomendar es otra verdadera delicia: se trata de los últimos textos que escribió MIGUEL HERNANDEZ entre rejas, pero en este caso no fueron poemas, sino cuatro cuentos infantiles: «CUENTOS PARA MI HIJO MANOLILLO». Cuatro cuentos sencillos, pero tiernos y poéticos, para su segundo hijo Manuel Miguel, Manolillo para el porta, nacido en 1939. Apenas lo pudo ver, pero se convirtió en una de sus últimas alegrías y en tema constante en sus conversaciones epistolares con Josefina, su mujer. Esta contaba que «cuando el niño supo leer lo hice dueño del libro, pero más bien su lectura le hacía llorar al acordarse de su padre. Ahí están los borrones de las lágrimas que caían en las páginas». Y en efecto, en alguna de las ilustraciones originales que están al final del libro se pueden ver esos borrones; ya que estos cuentos fueron escritos y dibujados en seis hojas pequeñas de papel higiénico cosidas con hilo ocre. «Estos cuentos son, en palabras de Joan Manuel Serrat, conmovedores retratos del sentir de aquel hombre en tan adversas circunstancias».