Victor Escuín
Tamborilero
Mi padre lleva semanas diciéndomelo, y cuando me quiero dar cuenta, ya estoy montado en el coche camino de Calanda para Semana Santa. Todavía no entiendo muy bien qué es lo que ocurre para que lleve días con un nerviosismo entusiasta, sé que vamos a su pueblo y está claro que para él es importante no faltar esos días. Cada año repetimos la operación, pero cada vez voy entendiendo más qué es eso que hace emocionarse tanto a mi padre, preparar las túnicas, apretar tambores, poner su guante en la Séptima Palabra del Encuentro… Es así como en la mayoría de las casas se comienza a perpetuar la tradición. En mi caso, hasta hace unos años, era un regreso al pueblo. Ahora es vivir día a día esa cuenta atrás para Semana Santa. El pueblo en su conjunto se prepara para sus días grandes.
Ahora ha llegado el momento de enseñarle a mi hija qué significa Semana Santa en Calanda, algo que va mucho más allá de unir una fiesta con el nombre del pueblo. Aquí lloramos la muerte de Jesus y celebramos su resurrección haciendo lo que mejor sabemos hacer, tocar el tambor y el bombo. Todos damos lo mejor de nosotros esos días, nos empeñamos en hacerlo cada vez mejor. Desde la escuela de tambor que comienza en noviembre, pasando por los ensayos en las escuelas, hasta los ensayos propios de cada cofradía, todos con un objetivo común, celebrar la Semana Santa de Calanda. Y aquí es donde está la grandeza de nuestra Semana Santa, en que cada uno de nosotros desde nuestras cofradías, nuestras casas y nuestros negocios preparamos con cariño cada detalle. Desde las túnicas, los tambores y bombos, hasta las comidas y almuerzos tan nuestros estos días. Sin darnos cuenta, encadenamos de forma coordinada cada detalle para que todo salga perfecto. La palabra tradición siempre se utiliza para definir nuestra Semana Santa, pero cada uno reinventamos esta tradición aportando nuestro sentir cada vez que nos colgamos el tambor.
Con apenas 8 meses, mi pequeña ya forma parte de dos cofradías, El Nazareno por parte de su madre y del Encuentro por mi parte. Ya tiene su primera túnica y ya le han regalado su primer bombo, que su abuela cada mañana le enseña a tocarlo. Para la edad que tiene pone un empeño férreo en golpear su pequeña maza contra su bombo.
Es ahora cuando debo enseñarle que la Semana Santa de Calanda no se puede aprender, se tiene que vivir, que sentir.