En plena región montañosa de Transilvania, no muy lejos de la aldea de Werst, se alza una fortaleza medieval abandonada, el legendario castillo de los Cárpatos. Aunque lleva siglos deshabitado, Frik, el pastor visionario y vendedor de hechizos, ha podido observar que un humo misterioso sale desde hace unos días de su torreón, y ha comenzado a difundir inquietantes rumores entre las gentes del condado… En el albergue, cercano al castillo, se han reunido varios aldeanos para comentar el suceso y el escéptico doctor Patak decide partir al día siguiente con la intención de inspeccionar las ruinas acompañado de un joven guardabosques del pueblo. A su regreso del castillo, el relato del doctor provocará el espanto de sus supersticiosos paisanos…».
Una vez más, os traigo a este espacio una obra de uno de mis autores preferidos y del cual nunca dejaré de ponderar su grandeza literaria, su poder de fascinación, su asombrosa capacidad para legar a la humanidad personajes e historias míticas e inolvidables: el gran, enorme JULES VERNE. Esta vez ha sido la editorial Valdemar la que ha rescatado una de sus obras menos conocidas, pero una de las más impactantes y maravillosas, en una preciosa edición ilustrada por Santiago Caruso: «EL CASTILLO DE LOS CARPATOS».
En esta obra, alejada, en principio, de sus temas habituales, el autor retoma la tradición de la novela gótica del XIX, para presentarnos todo un espectáculo gótico: un castillo maldito, un pueblo atemorizado, rivalidades por amores pasados, psicofonías y apariciones, muertos resucitados…; y dos personajes irrepetibles: el poderoso barón Rodolfo de Gortz y el joven conde Franz de Télek, que se disputan apasionadamente el amor de la bella y extraordinaria soprano Stilla. Mucho se ha hablado de la influencia que «EL CASTILLO DE LOS CARPATOS» ejerció en Bram Stoker, a la hora de escribir su «Drácula». Lo cierto es que, curiosamente, «Drácula» también transcurre en un castillo de Transilvania; pero qué escritor que leyera a VERNE no ha estado, de alguna manera, influido por él.
Sin embargo, VERNE no podía dejar escapar la ocasión de aportar, incluso en una obra como ésta -la más inverosimil que escribió-, su granito de ciencia (algunos dicen que esto merma el resultado narrativo), pero yo creo que es irremediable en él: en las manos de VERNE, incluso lo sobrenatural puede inspirar la forma de futuros artilugios; y así, en un giro final sorprendente, la solución al enigma viene dada por la holografía y la fonografía. No es extraño, pues, que se afirme que «EL CASTILLO DE LOS CARPATOS» predijo la primera película sonora con cuarenta años de anticipación.