Bueno, amigos, qué os parece si acabamos el año con un novelón: un novelón de alta, alta literatura; un novelón de los de antes, de esos de leer y leer y no poder parar. Y hacerlo de la mano de uno de los grandes de las letras inglesas, aunque, lamentablemente, poco conocido y reconocido (no así sus obras, apreciadas sobre todo en la tele y el cine): JOHN GALSWORTHY. Y es que, apreciado y muy leído en su tiempo, el Nobel de Literatura de 1932 fue barrido por el ímputo de los narradores ingleses del grupo de Bloosmbury.
Virginia Woolf y sus colegas se encargaron de dejar fuera de combate a novelistas como él: la claridad de ideas de GALSWORTHY, la transparencia de sus personajes, así como la impecabilidad de la trama, habían pasado de moda. Este hombre, nacido con una cuchara de plata en la boca en el seno de una familia de la alta burguesía británica, ni siquiera era difícil y original como Henry James, o sintácticamente retorcido como su padrino Joseph Conrad; no, él era preciso y sobrio como George Eliot o Thomas Hardy. Era de otro siglo. Un narrador de fuste: ágil, incisivo, ligero, claro y suavemente irónico. Y sin embargo, su obra es fundamental en el devenir de la literatura del siglo XX. Así se entendió en la década de los sesenta, cuando la BBC lo puso de actualidad con una serie que entró en todos los hogares: «La saga de los Forsyte». Años después ha vuelto a las pantallas con «Downtown Abbey».
Podemos, pues, decir sin miedo a equivocarnos que GALSWORTHY sigue vivo. Y buena prueba de ello es la constante reedición de sus novelas. Como esta de Cátedra que hoy os recomiendo: «EL PROPIETARIO». Y que es la primera de las novelas que componen «La saga de los Forsyte». Esta, que puede leerse independientemente de las otras ya que, en principio, fue así creada, arranca con todos los Forsyte reunidos con ocasión del noviazgo de June. Pronto nos percatamos de que la familia saca su instinto primitivo de protección frente a la invasión de alguien, el arquitecto Bosinney, que no es uno de ellos. Y así quedan claras cuáles son las constantes básicas que rigen la forma de pensar y vivir de los Forsyte, para quien poseer cosas (y personas) es tanto el resultado lógico como la demostración más palpable de su éxito, en un sistema en el que vale más quien más tiene.
Y ya no puedo seguir contando: ahora hay que leer y disfrutar de una las grandes novelas del siglo XX.