Quedan pocos, es cierto. Hoy, con internet, las tertulias «gallinero», el egocentrismo televisivo y demás…, el periodista de raza o el llamado periodista «literario» -el que sabe escribir-, se ha visto relegado a un segundo o tercer término. Sin embargo, los lectores sabemos el placer que causa leer a estos autores fajados en mil y un conflictos, adversidades e investigaciones que luego plasman en reportajes o libros con una prosa tan exquisita capaz de nublar a muchos novelistas: Truman Capote, Norman Mailer, Tom Wolfe, Manu Leguineche o Pérez-Reverte entre otros. Son esos escritores que nos demuestran en cada una de sus páginas que su manera de entender el periodismo es innegociable.
Uno de ellos, de los más grandes, sin duda, es GAY TALESE (1932): el norteamericano de raíces italianas del cual la editorial Alfaguara ha ido editando, para nuestra delicia, casi toda su obra escrita. Ahí tenemos «Retratos y encuentros», una imprescindible antología de artículos que contiene el que, dicen, es uno de los mejores jamás publicados: «Frank Sinatra está resfriado»; «Honrarás a tu padre», su monumental crónica sobre la Mafia que inspiró «Los Soprano»; o «Vida de un escritor»; o «Los hijos» en donde nos narra la historia de su familia.
Ahora, Alfaguara nos rescata «EL PUENTE»: el segundo libro que ecribió TALESE allá por 1964, cuando aún era parte de la plantilla de «The New York Times», y que comenzó a cimentar su valía. Durante cinco año, TALESE escribió una docena de artículos sobre la construcción del puente colgante Verrazano-Narrows, el más grande de Estados Unidos -sexto del mundo- que uniría el distrito neoyorquino de Brooklyn con Staten Island: un prodigio de la ingeniería.
Todo este tiempo le da al autor para contarnos muchas historias: desde las protestas de los barrios afectados -800 viviendas fueron demolidas- por su ubicación; al día a día de esos obreros, cuyos nombres nunca aparecerán en las crónicas, que se jugaban la vida trabajando sobre vigas a alturas de vértigo -los «boomers», llamados así porque recorrían el país de punta a punta en busca de la siguiente gran edificacion-; o los bares donde éstos se dejaban caer tras las demoledoras jornadas de trabajo, «bebiendo whisky con chupitos de cerveza y persiguiendo a mujeres que no tardarán en olvidar».
Son doscientas páginas que se leen con auténtica fruición. Un relato maravilloso que combina tristeza, humor, peligro, muerte y angustia; tan fascinante y atractivo que cuesta mucho dejarlo de las manos. Una crónica brillante de una colosal obra: un logro humano más que mecánico; pero relatada en sus historias menores. Como, por ejemplo, el día de la inauguración: TALESE fue el único en darse cuenta de que, en la procesión de coches que atravesaron el puente, el arquitecto viajaba en el puesto 18, los primeros eran todos de políticos. Hacía tiempo que los «boomers» se habían marchado.