El gran Eugene Ionesco dejó escrito: «Nada hay tan sorprendente como lo trivial, lo de todos los días. Lo sorprendente está siempre al alcance de la mano». Y, por supuesto, tenía razón. Y así nos lo demuestra el sacerdote madrileño PABLO D´ORS, uno de los pocos escritores que tenemos «a la antigua», casi rescatado del XIX podríamos decir (cúanto nos recuerda el detallismo de Azorín, el filosofar de Unamuno o la demora de Baroja), y, sobre todo, en esta novela insólita, de las que ya no se escriben, que fue publicada en 2007 y en estos días reedita, revisada y corregida, la editorial Galaxia: «EL ESTUPOR Y LA MARAVILLA».
En realidad esta es una obra en la que, aparentemente, no pasa nada; y sin embargo, cuánta vida hay en ella. Su forma externa es la de unas memorias escritas por Alois Vogel, vigilante de sala durante veinticinco años en el imaginario Museo de los Expresionistas de la ciudad alemana de Coblenza. En ellas da cuenta de una vida anodina e insignificante en apariencia, pero de una intensidad realmente asombrosa. Una vida reducida a las cuatro paredes de las diversas salas por las que, a lo largo de los años, va pasando (la de Macke, la de Kandinsky, la de Klee…).
Maniático hasta extremos grotescos, pero también tierno y enamoradizo, Vogel nos narra, como lo haría un niño que ve el mundo por primera vez, las historias que inventa sobre los visitantes que entran en su sala; su atormentada o amistosa relación con sus compañeros; sus sensaciones y sentimientos ante los grandes maestros expresionistas; su afición a la cerveza y a la soledad… Todas sus reflexiones, tan absurdas como aplastantes, así como su timidez casi estructural, hacen de él un tipo tan solitario, extravagante y marginal, como misteriosamente entrañable y familiar. Sus infinitos coloquios imaginarios y sus prácticas de silenciamiento le van haciendo descubrir el extraordianrio mundo de lo pequeño. Y así nos lo afirma: «…A decir verdad, no creo que pueda vivirse con intensidad sin la experiencia del aburrimiento (…) Y de esto es de lo que he querido hablar: de la perla que se esconde dentro de lo cotidiano, del milagro de lo banal».
Aunque confluya todo para parecer lo contrario, la novela es emocionante y nos atrapa casi desde el principio. Toda la obra está llena de hallazgos narrativos sin los cuales hubiera sido muy difícil mantener el interés del lector prendida de tan liviano esqueleto argumental. Y ello acredita la presencia de un escritor intelectualmente maduro, de prosa límpida y, además, capacitado para abordar cualquier empresa narrativa.Los lectores que se hayan adentrado en ese ensayo perfecto que es «Biografía del silencio», podrán saborear sus enseñanzas noveladas en esta epopeya de los diminuto que es «EL ESTUPOR Y LA MARAVILLA». Una historia, en verdad inolvidable, sobre el asombroso mundo de lo pequeño.