“Entramos de una en una. Tras horas de espera, de pie en el pasillo, necesitábamos sentarnos. La sala era grande; las paredes, blancas. En el centro, una larga mesa de madera ya puesta para nosotras. Nos hicieron una señal para que nos acomodáramos”.
Bueno amigos, este inicio literario, tan bien construido, necesita un breve ejercicio de imaginación para poder visualizar todo el horror que contienen estas sencillas líneas. Imaginad, pues, por un momento, esa larga mesa de madera exquisitamente dispuesta, con platos de loza blanca llenos de sabrosa comida. Imaginad, por ejemplo, una judías verdes condimentadas con mantequilla fundida, el olor embriagador de unos pimientos asados o la textura de un pastel de manzana recién horneado. Y ahora, al levantar la cabeza, nuestra vista encontrará a diez mujeres jóvenes y famélicas. Estamos en el cuartel general de Hitler y corre el año 1943; la guerra causa estragos, pero ellas están aquí y tienen hambre, mucha. Lo que pueda pasar después, en verdad, poco importa… “¡Comed!, ordenan los soldados de las SS”.
Hitler tuvo un gran ejército de millones de soldados que intentó conquistar Europa, y también uno pequeño de apenas quince mujeres que se jugaban la vida tres veces cada día para que él siguiera vivo. Estas jóvenes alemanas, arrebatadas de sus familias, eran las catadoras del Führer, encargadas de probar, una hora antes que él, toda la comida que el genocida ingería.
De todas ellas, la única que sobrevivió a la Guerra fue Margot Wölk; y la premiada escritora italiana ROSELLA POSTORINO nos recuerda su vida en esta maravillosa novela titulada: “LA CATADORA”.
Rosa Sauer, ‘alter ego’ de Wölk en la novela, nos relata el maltrato que sufrían y la angustia que se vivía en el comedor: “era una pesadilla, las mujeres lloraban por el miedo a ser envenenadas”. Pero tamién nos relata que, en medio de ese horror, siempre había sitio para romances prohibidos y alianzas insólitas, siempre había sitio para el amor: “No sólo el amor es posible en tiempos de guerra, es que solamente el amor nos salva”, decía Marguerite Duras.
POSTORINO, que con su novela ha ganado el premio Campiello, ha escrito una historia de dura belleza, una historia que cala hondo en el corazón. Construida con una innegable maestría, consigue que nos veamos inmersos en este paisaje humano y psicológico hasta el punto de vernos reflejados en él. “Un libro necesario y poderoso que recuerda al gran Primo Levi”, ha dicho la crítica.