Joaquín Albesa y sus hijos han seguido la estela del abuelo, José, uno de los fundadores de La Piedad
En el hogar de Los Albesa Fandos no se concibe la Semana Santa sin música ni procesiones. La tradición se remota al abuelo paterno José Albesa, uno de los 13 fundadores de la cofradía de La Piedad. En la actualidad continúan con la herencia su hijo Joaquín y sus nietos Germán y Guillermo. «La cofradía fue fundada por 13 excautivos, entre ellos mi padre. La primera vez que salieron fue en la Semana Santa de 1939 con una gran cruz que encontraron en el cementerio», relata el patriarca Joaquín. Con la muerte de su padre cuando apenas tenía 10 años su vinculación con la cofradía se fortaleció y a sus 62 continúa igual de viva. Asegura que nunca lo ha considerado una obligación sino una pasión. «Nunca. Con la edad te vas cansado pero recuerdas todo lo vivido y me digo a mí mismo que debo ir y dar ejemplo a aquellos que tantos veces les he insistido para que continúen», relata. Uno de sus primeros recuerdos de la infancia es asomado a un balcón viendo pasar por la calle las túnicas blancas y sus capirotes. «Me ponía nervioso quería unirme a ellos. Por eso, me sacaron con tan sólo 6 años» cuenta.
El mismo entusiasmo ha sabido trasladar a sus dos hijos Germán y Guillermo ambos forman parte de la banda de tambores y bombos. Germán comenzó con el bombo y ya se ha pasado a la corneta, al igual que su padre. Por su parte, Guillermo toca el tambor. «Aunque pronto se decantará por la corneta», incide su padre. Su mujer María Jesús está en la parte logística. Echando una mano en el arreglo de la peana y la imagen cada Jueves y Viernes Santo. Ella es hija de uno de los fundadores de El Nazareno, aunque el amor la llevo a terminar vistiendo de blanco y azul. «Al principio fue un poco complicado porque mi suegro era uno de los fundadores de El Nazareno», bromea Joaquín.
Presidente, director de la banda, hijo de fundador. Junto al nombre de Joaquín Albesa se han adherido en los últimos 56 años múltiples cargos pero todos ellos con un denominador común ensalzar la cofradía de La Piedad. «La Orden Franciscana a la que pertenecía aquel entonces la cofradía me llamó para ver si podíamos impulsar la banda. Eran tiempos complicados con muchos altibajos. Ahora las cosas son distintas», comenta con orgullo. Hace tres años decidió dar un paso atrás y volver a empujar la imagen. «Cuando ví que la banda contaba con gente válida y responsable me retiré de la primera fila. Hay que saber dar un paso atrás. Siempre estoy y estaré donde me necesiten, pero ahora veo las cosas desde la retaguardia», explica.
Recuerda con cariño a Antonio Albiac, último Hermano Mayor, uno de sus mentores. Cuando le paso el testigo que él decidió entregar a otros hijos de fundadores con mayor edad que él. También cómo desobedeciendo a los frailes franciscanos decidieron introducir «de extranjis» a tres mujeres en su banda. La decisión le costó una reprimenda del Padre Mariano pero también sentó un precedente y desde aquel momento las féminas empezaron a formar parte del resto de cofradías, además de La Dolorosa. Sin embargo, uno de los logros del que más orgullo siente fue cuando se consiguió poner a nombre de los hijos de los fundadores la titularidad de La Piedad. «Fue una labor ardua de un grupo enorme de personas. Hasta el momento la cofradía era propiedad de la Tercera Orden Franciscana y conseguimos hacerla nuestra», destaca. En el año 2000 la cofradía consiguió hacer realidad un sueño que llevaba varios años fraguándose. Contar con su propio procesión. Lo hacen cada Jueves Santo realizan «El Descendimiento».
De bien nacido es ser agradecido y La Piedad puede presumir de seguir contando en su banda con la herencia y la corneta de Los Albesa.