El perro, muy señor mío, ¡es inmortal! No se mueren más que los que lo saben. Hermes no tiene conciencia, ignora el final, igual que el bosque no sabe nada de la serrería».
Desde tiempos inmemoriables el perro ha unido su suerte a la del hombre, de forma y manera que, en muchas ocasiones, su acontecer en la historia ha estado marcada por la fidelidad, el cariño extremo y una inquebrantable lealtad que este animal ha derrochado hacia nosotros: y los que gozamos de su amistad podemos dar buena cuenta de ello. La literatura tampoco ha sido ajena a esta circunstancia: desde los clásicos griegos, pasando por Cervantes o Defoe, hay infinidad de libros en los que los perros juegan un papel protagonista o secundario. Pero en la actualidad, uno de ellos y, además, de los más hermosos que he leído es este que hoy os presento: «LA INMORTALIDAD DE LOS PERROS», del gran poeta y narrador griego COSTAS MAVRUDÍS: uno de los escritores vivos más interesantes del ámbito occidental: en toda su obra se evidencia su profundo estilo lírico y filosófico que, partiendo de los anecdótico, asciende hasta lo más trascendente. Y sirvan, pues, de perfecto ejemplo las 71 microhistorias que conforman este bellísimo libro, protagonizadas todas ellas por perros que iluminan, con gran lucidez, las complejidades del mundo de sus dueños.
Cambia el punto de vista de cada relato, cambia el sujeto narrativo, pero el perro es el centro neurálgico en cada una de las narraciones: perros inmortales, como Hermes, un setter irlandés, cuya reflexión de su viejo amo ha abierto este comentario, sirviendo de título al libro; perros anónimos, como el que va atado al eje de las ruedas de un carro en «Viridiana», la película de Buñuel; o los antiguos perros guardianes del Muro de Berlín que, a pesar de llevar años junto a sus nuevos amos occidentales, se obcecan en seguir el recorrido de su anterior ronda cada vez que regresan adonde un día se levantó aquella muralla. Perros de amos famosos, como Bendicò, el moloso de Don Fabrizio, que trota alegremente por las páginas de «El Gatopardo», totalmente ajeno al drama de su amo; o Boatswain, el perro de Lord Byron, que desconoce la noción de posteridad, pese a haber pasado a ella gracias al famoso epitafio que compuso su amo… Perros con voluntad propia, perros que narran en primera persona, perros testigos de la estupidez o la fragilidad humana, perros que habitan obras de arte, o vinculados al cine o a la ópera…
Con una prosa de terciopelo que recuerda en ocasiones la conmovedora mirada de Stefan Zweig, MAVRUDÍS, esteta y consumado estilista, ha escrito 71 historias que son 71 diamantes, pero diamantes con afiladas aristas que pueden hacer sangrar.
«LA INMORTALIDAD DE LOS PERROS» ha sido premiado con el Nacional de Narrativa Breve de Grecia.