Seguro que en alguna ocasión, os habrá sucedido que el descubrimiento casual de una obra o un autor de una calidad excepcional, os vuelve a reconciliar con la Literatura de verdad: con la que asombra, conmueve, ilumina o inmortaliza ese momento de la lectura, tan sencillo e intemporal en sí, que nos lo hace inolvidable. Hace unas semanas me pasó con «Zama» de Antonio Di Benedetto (en otra ocasión os la comentaré), y en estos días con un tal SABAHATTIN ALI del cual desconocía totalmente su existencia; pero que me ha asombrado, conmovido, iluminado y, finalmente, enamorado.
Parece ser que SABAHATTIN ALI nació en 1907, en una región del Imperio otomano que hoy pertenece a Bulgaria, y que fue uno de los pioneros de la literatura turca moderna. Escribió poesía, novelas y relatos. Gran erudito fue, además, excepcionalmente crítico con el gobierno de Kemal Atatürk, lo que le llevó a la cárcel en dos ocasiones y a que sus libros fueran prohibidos hasta mucho tiempo después de su muerte. Esta ocurrió en circunstancias nunca aclaradas, mientras intentaba cruzar la frontera búlgara, aunque se sospecha que lo mataron los agentes de la policia secreta tras interrogarlo y torturarlo.
De todo lo que escribió, ha sido su tercera novela: «MADONA CON ABRIGO DE PIEL», publicada en 1943, la que ha trascendido en el tiempo convirtiéndose en un clásico fundacional de la literatura turca del siglo XX. Rescatada del olvido a finales de los noventa, se ha traducido a una decena de idiomas y vendido más de un millón de ejemplares. Aunque aquí, en España, hemos tenido que esperar hasta este año para disfrutar de esta obra que se ha convertido en un auténtico fenómeno de culto en su país, sobre todo entre la juventud, que con su lectura manifiesta la resistencia a la creciente erosión de los derechos civiles y reivindica una mayor apertura hacia Europa. Pero aparte de esto, el éxito le viene de sus indudables cualidades literarias de carácter universal: con fuertes reminiscencias autobiográficas (parece ser que la tal Madona existió), nos recuerda mucho al «Primer amor» de Turguéniev, y tiene diversos elementos comunes con autores contemporáneos como Sandor Márai y Stefan Zweig.
El argumento nos lleva a conocer a un joven turco que llega a Berlín en los años veinte. Su padre lo ha enviado allí para que aprenda los secretos del negocio familiar: la fabricación de jabones de tocador. Sin embargo, Raif se dedica a estudiar alemán, leer novelas rusas y pasear por parques y museos. Busca algo que lo apasione de verdad. Una tarde, tras quedarse totalmente absorto ante la contemplación de un cuadro, el retrato de una mujer envuelta en un abrigo de piel, sabe que por fin ha encontrado lo que buscaba. Poco tiempo después conocerá a su autora, la pintora María Puder, y su vida dará un vuelco para siempre.
Esta novela de aprendizaje, este fascinante diálogo entre el Oriente y el Occidente de entreguerras, es una auténtica joya. Una novela mágica destinada a permanecer en la memoria de sus lectores.