Isora tenía los ojos verdes como un verdino verde como una mosca en agosto sobre el bocadillo de salpicón de atún (…) Isora tenía pelos en el pepe y a veces se los afeitaba todos hasta el güeco del culo y le picaba el culo. Isora tenía un pelo negro tieso tupido como el cespe de mentira de las casas rurales…».
Pero bueno, ¿qué es esto?, os estaréis preguntando… Pues esto es «PANZA DE BURRO», (un fenómeno meteorológico de las Islas Canarias, consistente en una acumulación de nubes de baja altura que actúa como pantalla solar y que cubre todo el cielo); pero es también una novela, pero no una novela cualquiera, sino la novela que ha revolucionado el panorama literario español en este año.
Una novela escrita por una tinerfeña de apenas 25 años: ANDREA ABREU, que con una valentía inusitada, una poética salvaje y un léxico muy peculiar ha hecho que esta «PANZA DE BURRO» esté ya considerada como una de las mejores primeras novelas de las últimas décadas.
La historia es aparentemente sencilla; no tiene una trama compleja, aunque sí muchos giros inesperados. Es la amistad entre dos niñas que viven en el norte de Tenerife y que pasan juntas un verano de principios de los 2000, es el verano en el que empiezan a dejar atrás la niñez y se adentran en algunos aspectos propios de la adolescencia: Isora y su inseparable amiga se nos presentan en sus andanzas, diálogos, encontronazos, con su mirada virgen y desprejuiciada, con su relación con sus abuelas, con su incipiente descubrimiento del sexo… Pero así, sin más, sería una narración como otras muchas si no fuera por esa voz narrativa propia y particular, brillante y luminosa de su autora.
Lo primero es la sensibilidad con la que el libro está escrito: resulta conmovedora la capacidad para crear poesía hasta en medio de, literalmente, la mierda; una poesía pura desatada que mezclada con el humor y la crudeza de la narración hace que cada página que pasamos sea un descubrimiento, una admiración, una gozada de lectura.
Y luego, el aspecto más comentado sobre la novela, su lengua, su dialecto, su habla: el español de Canarias de dos niñas «millenials». Una voz libre, freca y creíble que escribe como habla, que se nutre de la onomatopeya, del localismo, de las deformaciones fonéticas («méssinye» por «Messenger»), o de referencias culturales como las telenovelas de aquella época («Pasión de gavilanes»). Es un lengua cruda, pero de una belleza y una fuerza innegables. Pero es, también, como si hubiera borrado la forma como se debe escribir literatura española, y escribir como si la lengua hubiera nacido ayer y estuviera todo por descubrir.
Todo ello, amigos lectores, hace de «PANZA DE BURRO» un libro único y singular -tremendamente político y reivindicativo también-, que no pide permiso para ser, y que da cabida en la literatura española a cosas que casi nunca se habían narrado, y mucho menos de esta manera.
Un auténtico descubrimiento que le pone el listón muy alto a esta jovencísima escritora. Esperemos que lo supere y nos deleite con más maravillas como esta.
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz