Javier Mor
Miembro Junta Hermandad del Silencio
La cuenta atrás llega a su fin, es tiempo de procesionar y redoblar, es tiempo de reencuentros y recuerdos, es tiempo de unión y emoción, sí, por fin es tiempo de vivir la Semana Santa de Alcañiz.
Los primeros toques del miércoles de ceniza, devuelven a la vida terrenal esa tradición centenaria que une a un pueblo entero. Una tradición gracias a la cual durante una semana procesionamos y redoblamos con maestría el tambor, silenciamos y nos impregnamos de olor a tomillo, nos emocionamos y demostramos que sí hay algo que por unos días todos hacemos a la vez.
La estrechez e iluminación de las calles del casco histórico de Alcañiz contribuyen a la singularidad de la semana más alcañizana de todas. El centro neurálgico ve procesionar a Jesús a lomos de la burreta, a la Dolorosa encontrándose con su hijo, al Nazareno portado al son de las cornetas, al Crucificado en completo silencio, a un mar de tamborileros que no cesa de tocar, al Cristo yacente descansando en el sepulcro y a las palometas iniciar un vuelo hacia la libertad.
La tradición brilla en todos sus sentidos, en la vista, con el color azul, rojo, negro, blanco y morado de los cofrades; en el oído, con el percutir de los tambores y el toque de las cornetas; en el gusto, con las tortas de pascua y moscatel; en el olfato, con el tomillo esparcido en la plaza; y en el tacto, con la aspereza de los palillos que parecen tener vida propia.
Pero quizás, el sentir que demuestra todo un pueblo sea lo más difícil de explicar. Las palabras sobran, pues hablamos con la mirada, y el silencio impera haciendo iniciar a cada uno el viaje hacia su interior. Un viaje lleno de recuerdos y emoción que traspasa cualquier descripción que podamos hacer.
Pero todo llega a su fin, el aleteo de las palometas nos recuerda que volvemos a la vida y que todo lo acontecido esa semana será ya historia. Una historia que seguro continuará relatándose, demostrando la viveza de nuestro pueblo. Un pueblo movido por su tradición en el que, pasado y presente, van cogidos de la mano para que en el futuro no escribamos su final.