Mª José Foz
Cofrade
Miércoles de ceniza. Esta caja de latón, piel y cuerda se despereza de un año de letargo, y acariciada con manos nobles, empieza a emitir sus primeros sonidos. Al principio son suaves, tímidos, individuales, pero poco a poco se van haciendo fuertes, van tomando confianza. Suenan redobles que el corazón y la mente asocian con sentimientos difíciles de expresar con palabras.
Cuando llega ese momento la Semana Santa alcañizana ha comenzado.
Cada uno de nosotros, sin saberlo, buscará a su compañero de toque y, sin darnos cuenta, nuestro cuerpo, a través de las manos que sujetan fuertes y ligeras los palillos, harán sonar esta caja de latón. Niños, jóvenes, mujeres, hombres, amigos, vecinos, visitantes, creyentes y no creyentes nos apiñamos en la plaza y en la calle para tocar. Se produce una simbiosis entre, tambor, «tamborinero». Nuestro individualismo se hace fuerte en la fusión con el grupo y nos hace sentir miembros de la comunidad.
Cuando el ciclo lunar nos anuncie la llegada de la primera luna llena de la primavera, el ritual alcanzará su máximo esplendor, momento que esperamos sin ser conscientes de ello.
Laurel, olivo y palmas. Vía Crucis y Encuentro. Nazareno, Verónica y cornetas. Silencio, Lágrimas y tomillo. Timbales, estruendo y azul. Soledad y Promesas. Noche mágica de toques y cuadrillas de amigos. Entierro y Luto. «Las Palometas», Gloria, Resurrección y Esperanza.
Hermanos, cofrades, portantes, judíos, «manolas», baturras, figuras bíblicas. Flores, velas, túnicas, terceroles, capirotes, cíngulos e insignias. Garbanzos de ayuno, bacalao, buñuelos, torrijas, torta de pascua y moscatel. Imágenes, sonidos, olores están dentro de esta caja de latón que, envuelta en una tradición de siglos, no deja indiferente a nadie.
Siete días de ruido, silencio, oración, búsqueda en nuestro interior, son sensaciones que nos hacen sentir bien. Con las palabras «Que suenen los Tambores», se pone fin a una semana cargada de vivencias. Es el momento del Sonido del silencio. Pero todo no termina ahí, durante estos días de convivencia y conversación, entre caña y caña o en el campo celebrando la «rosqueta» con amigos o familia, algo habrá cambiado en nuestro interior. Nos habremos empapado de mágicos y únicos momentos que nos acompañarán durante todo el año.
Y esta caja de latón, piel y cuerda volverá a su lugar en nuestras casas y esperará paciente un nuevo miércoles de ceniza.