Fernando Crespo (La Puebla, 1956) es el Tambor de Honor de La Puebla de Híjar 2018
Tratar de enumerar todas las huellas de Fernando Crespo en La Puebla es complicado. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza y en Magisterio y su profesión siempre ha sido la pintura. Regenta una tienda en la avenida Aragón de Alcañiz en cuya trastienda imparte clases, lo mismo que hace cada tarde de viernes desde hace más de 30 años en La Puebla.
Peanas, estaciones del Calvario, estandartes, un altar o pinturas murales son solo algunos de los muchos trabajos del pintor en su pueblo. Es apasionado del tambor y durante 20 años fue incluso fabricante, un campo en el que menciona a los Barreras, apellido ligado a este arte y «que contribuyó al realce de la Semana Santa». Por todo esto, y sobre todo, por ser una persona muy querida y «que siempre está cuando se le llama», es Tambor de Honor.
¿Cómo llegó la noticia?
Una de las tardes dando clase en La Puebla se presentó el alcalde. Fue en medio, entre la de niños y de adultos. Lo he ido asumiendo de forma gradual pero la inquietud aumenta según se iba acercando el momento.
Sin duda, para un poblano, es un momento y un acto importante.
[Reflexivo] Ha sido algo que no sé… No te voy a decir que me eché a llorar porque no fue así, pero fue muy emocionante. Creo que el hecho de que te tengan en esta consideración en tu pueblo conlleva una responsabilidad muy grande. Me siento muy honrado.
Es usted poblano de pura cepa.
(Ríe) Sí, aunque como decía Gila, «me nacieron en Madrid», toda mi familia es poblana y mi pueblo ha sido y es La Puebla. Vivo en Alcañiz pero los viernes estoy allí dando clase, los veranos, Semana Santa, Navidad… Siempre estamos allí. Tenemos nuestra casa. Yo en Madrid nací y ya está, por circunstancias.
¿Cómo nace esa vinculación al tambor y a la Semana Santa?
Me lo transmitió mi padre (Ramiro Crespo), él y el propio ambiente. Recuerdo la primera vez que salí. No sé a qué edad pero sí recuerdo que veía desde abajo los bordones de los tambores, así que era muy «pequeñín». Me acuerdo de los mayores animándome cuando desfallecía.
¿Forma parte de alguna cofradía?
Sí. Cuando tenía unos 17 años eran los 70 y la Semana Santa languidecía. Hubo un momento en el que solo había un paso que se llevaba a hombros. Ese era el de la cofradía en la que salía mi padre, el Cristo Yacente o de la Cama. Me hice cofrade el año que estuvieron a punto de no sacarlo por falta de gente. A partir de ahí ha ido aumentando y no hay esos problemas. De hecho, creo que esta tradición va a más, que en todo caso se mejora.
¿Cómo es su Semana Santa?
Hay momentos muy especiales como el del inicio del toque, pero a medida que pasan las horas y ya estás templado y metido de lleno y en las calles… van quedando los que tocan, hay momentos mágicos. Cómo explicarlo… [Silencio] Entras en éxtasis. Para mí la Semana Santa es una manifestación popular. No es música. Quizá en concursos, exaltaciones o en Zaragoza se hace música pero aquí no. A partir del Jueves Santo no se hace música en La Puebla. Tiene algo pero no es música, es algo más que música y es emocionantísimo. (Resopla sonriendo) Lo cuento y se me ponen los pelos de punta.