Joaquín Sanz / Urrea de Gaén
Artesano y tamborilero
En la plena luna de noches donde el tiempo roto sigue impávido a su tránsito camino del todo absoluto rompiendo velos de noches, las sombras se funden entre el negro talar de las túnicas con los huecos que deja la luz de las farolas, un sonido mezclado de tradición, ritual, recuerdos de quienes están junto con el tiempo roto en una nueva dimensión donde forma y ser, tiempo y noche, materia y deseos, todo en uno o en nada. Allí se escucha el redoble que protesta, el bombo insistente que arranca con sus voces de bajo, tremendo preludio de un amanecer próximo y suben, bajan por el monte las peanas y sus figuras sacras tan evocadoras de emocionado sentimiento de fe, de observancia. Allí, tras las verdes vidrieras de los faroles las llamas que brillan tímidas, y desde el fondo las voces de un miserere que suena como protesta o lamento, una guardia pretoriana formada como parte de una centuria en los espacios de hueco y vacio, como queriendo aprehender a un inocente de nuevo, juzgar al manso, al justo, al que no desea venganza, a quien es amor, justicia, esperanza, a nuestro amigo, a Jesús. Acuérdate de todo esto y protesta con brío renovado en el lenguaje de tu tambor, sea moderno con giros sonoros brillantes y de rápido redoble, portes un viejo tambor de parches de piel curtidas y bordones de tripa como los de nuestros ancestros, coloques sobre tu cinto el heredado tambor de tu viejo que se fundió con el todo en el espacio y en el tiempo, o el de tu amigo que presta con orgullo su atesorado instrumento y es un homenaje y ofrenda a la amistad compartida junto a la afición común. Y entre todo ese espacio del tiempo roto que se va recomponiendo con parsimonia y gestos, con redobles y notas plenas de acentos, marca su espacio la potente voz del bombo que construye la pauta y base de esa maravilla que es la expresión de un general sentir tan lleno de tradición, de arte, de historia, esa es nuestra Semana Santa, esa es nuestra cultura, nuestra pasión y nuestro nexo de unión entre todos quienes sentimos ese profundo, admirable, extraño y por ello desconocido modo de entender nuestra nueva andadura por las sendas marcadas por la tradición, por nuestro nuevo modo de entender sin olvidar jamás, de dónde venimos.