Miembros de San Pedro, para los Castillo Bosque, Semana Santa es ilusión y muchas ganas. Recuerdan anécdotas e historias vividas y siguen recopilando momentos únicos que tratarán de transmitir a las generaciones venideras
Cristina Bosque Albácar cogió en brazos a su hijo Alberto hace 16 años y lo sacó en su primera procesión con la cofradía de San Pedro. Nueve años después, hizo lo mismo con Andrés. «Y ya cuando pudieron andar, iban ellos solitos a mi lado», cuenta con una sonrisa. Primero con alguna vela y hoy, Alberto y Andrés, tocan el bombo en la banda de la cofradía y esperan cada exhibición, procesión y acto con muchas ganas.
Como prácticamente todos los niños y niñas de Calanda, los dos hermanos nacieron con un tambor y una túnica bajo el brazo y, desde entonces, no han abandonado estos elementos que identifican a su pueblo y a su cofradía. Y eso que Alberto, durante el embarazo, no podía soportar el ruido de los redobles. «En Semana Santa estaba embarazada y era salir a la calle, y se revolucionaba. Tuve que escuchar la Rompida desde la ventana», recuerda nostálgica.
Ninguno de los dos hermanos tiene un acto o procesión favoritos, aunque Andrés sí destaca que el año pasado hizo entero el Vía Crucis del Jueves Santo con su madre. «Este año igual lo hago contigo», le dice divertido a su padre, José Luis.
José Luis Castillo es de Andorra pero lleva más de 20 años viviendo en Calanda. Sus padres proceden del sur y, aunque nunca tocaron ni estuvieron implicados en la Semana Santa andorrana, él si lo hizo desde muy joven, con un bombo que compró su abuela.
Siempre ha sido «de bombo» pero también ha tocado el tambor. Una de sus primeras experiencias con el tambor fue en la mili. La hizo en Badajoz y, en Semana Santa, participó en la banda que acompañaba a los pasos en las procesiones. «Ahora, a la Rompida si que salgo con tambor pero el resto de la Semana Santa la hago con el bombo», detalla.
Los Castillo Bosque se apuntaron a San Pedro en 1991 y entraron a formar parte de la banda desde el principio tocando el bombo. «Yo fui del Encuentro, después del Cristo y luego de la Dolorosa -en estas dos últimas llevó el estandarte- pero, como La Dolorosa solo era de mujeres, José Luis no se podía apuntar. Nuestros amigos estaban en San Pedro y nos hicimos socios. Hemos tenido suerte con nuestros hijos, porque la mayoría de sus amigos son de esta cofradía. Así que sigue la saga», señala Cristina.
Con mucho desparpajo, Cristina explica su papel dentro de San Pedro. Es de la junta desde 2017 y asume ahora una Semana Santa muy especial, ya que su cofradía organiza este año los actos. «Son muchas reuniones y mucho trabajo pero lo hacemos con ilusión». Dicen que sarna con gusto no pica. Y de eso saben mucho en Calanda cuando llega la semana más grande del año.
Y sino, le pueden preguntar al padre de Cristina, Miguel Bosque. Es del Encuentro y del Santísimo y lleva cantando el Pregón en la procesión del Viernes Santo desde finales de los ochenta. A sus 73 años nunca ha abandonado su tambor y muestra con ilusión la foto en la que sale tocando junto al cineasta Luis Buñuel. La tiene enmarcada y en ella se aprecia a la perfección cómo ha evolucionado la Semana Santa en las últimas décadas. «Ha cambiado todo y a mejor, sin ninguna duda», reflexiona Miguel.
Mariluz Albácar, su esposa, le da la razón. «Antes era todo muy desordenado. Los pasos no estaban tan bonitos… No tiene nada que ver», indica. En su caso, sigue siendo miembro del Cristo Crucificado, del Encuentro y de María Magdalena y, aunque antes tocaba el bombo, ya lo ha dejado. «Ahora ya preparo todo y estoy pendiente», dice feliz.
Explica entusiasmada que este año vienen por Semana Santa la pareja de su hijo, que es de Sevilla, acompañada su familia. «Estaremos todos. Nunca han estado en Semana Santa y esperemos que les guste porque claro, allí también se vive mucho la Semana Santa, aunque de otra forma». Serán unos buenos anfitriones.
Uno de los momentos más esperados para Mariluz es ir a casa de su hermana a ver las procesiones. Allí se junta toda la familia Albácar, una veintena de espectadores que disfruta viendo pasar el Pregón. Además, no olvida la comida familiar del Sábado Santo en el bar Toni. Después del cese del toque, uno de los momentos más emotivos de la Semana Santa calandina, se juntan todos los Albácar para vivir una jornada en familia. Vienen de Madrid, de Barcelona, de Zaragoza… Porque la Semana Santa en Calanda también significa reencuentro, al igual que en todos los pueblos de la Ruta del Tambor y el Bombo. «Llevamos por lo menos 40 años haciendo esta comida y la verdad es que es muy bonito. Te acuerdas de los que no están y recibes con ilusión a los que llegan», coinciden todos con una gran sonrisa.