Alguna vez me he preguntada si hoy en día, con lo mucho que ha cambiado la narrativa, merece la pena hablar y recordar a Josep María de Sagarra. Sin embargo, la reedición por parte de la editorial Anagrama, después de tantos años agotada, de su «Vida privada» me ha impelido a ello. Y me ha hecho recordar cuánto disfruté la primera vez que la leí. Por todo ello, he llegado a la conclusión -aunque sólo sea para transmitiros el inmenso placer de esa lectura-, que sí merece la pena hablar hoy de uno de los más grandes escritores españoles en lengua catalana, y de una de las grandes novelas del siglo XX.
El irrepetible Josep María de Sagarra (1894-1961) fue uno de los hombres de letras más completos y prolíficos de su tiempo: el poeta más popular de Cataluña, el dramaturgo más aplaudido -con más de cincuenta piezas dramáticas-, el traductor de Dante, de Shakespeare, Molière, Pirandello… El articulista conciso e incisivo (su sección «L´Aperitiu» era una de las más leídas en la Barcelona de preguerra). Y también, el narrador que hizo alguna incursión en la novela, anterior a su año de gloria de 1932. En ese año se encerró durante dos meses en la biblioteca del Ateneo para demostrar que la «Gran Novela Catalana» era posible. Y lo consiguió: «Vida privada» se convirtió en el mayor éxito novelístico de la época; obtuvo numerosos premios, vendió más de cinco mil ejemplares… y ocasionó un escándalo sólo equiparable al de «Plegarias atendidas» de Truman Capote, que le valdría a su autor, aristócrata de nacimiento, la excomunión de todos aquellos sus iguales que se reconocieron en las páginas del libro.
«Vida privada» se nos descubre como un ácido y cruel (pero verídico) retrato de la sociedad catalana durante el período de la dictadura de Primo de Rivera y los primeros tiempos de la Segunda República, Sagarra nos descubre un deprimente mundo de aristócratas venidos a menos que aún conservan trasnochadas pretensiones de grandeza, arribistas sin escrúpulos, burgueses podridos de dinero presos de inconfesables vicios, todos moviéndose entre palacetes y casas de citas, entre deslumbrantes fiestas y oscuros tugurios del Barrio Chino. Sórdido mundo de letras de cambio vencidas, chantajes sexuales, denigrantes maniobras para conseguir un duro que permita mantener cierta apariencia, cambios de chaqueta tras la caída de la dictadura… Retratado todo con la inmensa maestría del gran Sagarra.
Pese a su deslumbrante prosa (hay que recordar que la traducción está a cargo deVázquez Montalbán y José Agustín Goytisolo) y su gran altura literaria, «Vida privada» fue calificada de «escandalosa e inmoral» por la censura franquista, estando olvidada durante mucho tiempo; siendo descubierta por una generación como la de Juan Marsé, Terenci Moix, Eduardo Mendoza…, que no dudó en reivindicarla como lo que es: un clásico incontestable de la novelística europea.