Almudena Acero, junto a su marido Raúl y a sus hijos Dalia y Romeo, decidió regresar al pueblo que le vio crecer el pasado verano. Después de casi 12 viviendo en Caspe, la pareja decidió instalarse en Chiprana en búsqueda de una mayor tranquilidad y libertad para toda su familia. Ya como chipranescos, recientemente, la saga de los Valén Acero se amplió y se convirtió en numerosa. El pasado 24 de febrero nació Izan, el más joven del medio millar de vecinos del municipio. «Estoy segura de que Chiprana es un muy buen sitio para ver crecer a mis tres hijos. Yo crecí aquí y fui muy feliz. Es lo que quiero para ellos«, expone Almudena.
Aunque a día de hoy está de baja por maternidad, ella desarrolla su vida laboral en una gestoría caspolina. Por ello, admite que, para ella, a nivel laboral, le era más sencillo estar en Caspe pero, aún así, su nueva vida le compensa con creces. «Nos gusta mucho lo que el pueblo nos da. Por ejemplo, que Dalia pueda salir de casa con sus amigos sin que tengamos que preocuparnos. Aquí nos conocemos todos y todo el mundo es muy bien recibido. En Caspe no teníamos esta libertad y tranquilidad«, asegura la madre. Por su parte, su marido (Raúl), de origen fabarol, trabaja en el sector porcino por todo el territorio. Al igual que Almudena está encantado con el cambio de residencia. «Yo también soy de pueblo y me gusta vivir en Chiprana. Tanto por mí como por los niños. La verdad es que Caspe no me estaba gustando mucho. Aquí vivimos mejor. Además, no dejamos de tener Caspe a cinco minutos para cualquier cosa que necesitemos», expresa Raúl.
La pareja detalla que desde un inicio su decisión ya era hacer su vida en Chiprana. «Antes de casarnos decidimos irnos a vivir juntos pero en Chiprana estaba complicado. Nos compramos un piso en Caspe y con el paso del tiempo, ya compramos una parcela y fuimos haciendo la casa nueva», narra la protagonista. Y es que el vínculo de Almudena con Chiprana es importante. Más allá de su familia, ella sigue teniendo a gran parte de sus amistades en el pueblo. Según explica ahora «el 30 o 40%» se han quedado en Chiprana. Por todo ello, tanto ella como Raúl confían en seguir siendo felices desde Chiprana, en el corazón del mundo rural.