Álvaro Cunqueiro tiene unos versos, tan bellos, que dicen: «Si me hago árbol viejo en la otra orilla del río / y me toca ser el árbol que recuerda y sueña…» Pues bien, es esta misma figura del árbol que recuerda y sueña la que ha escogido, no sé si sabiéndolo o sin saberlo, la gran escritora austríaca MAJA HADERLAP, una de las más apreciadas de la Europa Central en la actualidad. Galardonada con el prestigioso premio Ingeborg Bachmann y alabada por uno de los más grandes escritores vivos, Peter Handke.
La historia de este libro, intenso y evocador sobre la memoria y el sufrimiento, transcurre en Klagenfurt, una región de Carintia, länder austríaco lindante con Italia y Eslovenia. Una tierra donde valles y lagos se esconden al pie de los Alpes, que en un tiempo perteneció al Imperio Austrohúngaro, en otro a la Yugoslavia de Tito y, en la actualidad a Austria. En ella se habla alemán y esloveno y es, además, el lugar de nacimiento de la autora. Esta historia va de la mano de una narradora que empieza a contar desde su infancia y se extiende a la adolescencia y a la juventud, y se inicia tras el final de la guerra, con todas las heridas de la anexión aún sin cicatrizar. Carintia fue objeto de una feroz represalia nazi contra la que lucharon los partisanos (de lengua eslovena), lo que generó una situación conflictiva respecto a los de habla alemana (que habían asumido la anexión al Reich). Estos partisanos, al finalizar el conflicto, fueron considerados comunistas y mal vistos por los austríacos; cuando, en realidad, eran sencillos campesinos, unidos por el catolicismo y las costumbres, inmersos en el ritmo cereal de las estaciones, a quienes devoró la guerra.
Pero esta novela, esta «EL ANGEL DEL OLVIDO», no es una novela de guerra, aunque ésta transcurra por sus páginas, es una novela de memoria: una historia familiar de un mundo rural anquilosado -que guarda más relación con el siglo de Napoleón que con el de la bomba atómica-, un mundo de arideces y padecimientos que muere con esos mismos personajes. Una historia llena de vida, de dureza y de valor (como la de la abuela que es arrestada y sobrevive a un campo de concentración), que nos habla de bosques, vacas, delatores, fronteras, héroes anónimos…
Pocas veces, en verdad, se ha contado la vida y la muerte como aquí: con tanta capacidad de evocación y tanta lucidez. Con tanto humor y tanto respeto. Es el testimonio de una época lo que narra la HADERLAP, una especie de documento, de enorme fuerza poética, que se adentra en los abismos de la Historia en mayúscula para contarnos la vida de la gente minúscula.
Una literatura, creo, llamada a perdurar.
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz